Azorín, La Voluntad

José Martínez Ruiz - Azorín, La Voluntad
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Azorín (1873 - 1967)
José Martínez Ruiz - Azorín:
Vida y Obra | La Voluntad: análisis literario

José Martínez Ruíz - Vida

José Martínez Ruiz nació en Monóvar en el año 1873. Este personaje ha quedado completamente oscurecido por el personaje literario Azorín, que desde 1904 se convirtió en el pseudónimo habitual de nuestro escritor.

Azorín procede de la pequeña burguesía acomodada. Estudia en el colegio de Padres Escolapios en Yecla. Posteriormente cursó derecho en las universidades de Valencia, Granada, Salamanca y Madrid. A la vez que estudiaba vivió su vida bohemia literaria. Pasó por graves apuros económicos y morales, pero siempre sabiendo que tenía una familia que le respaldaba con su sólida situación económica.

En esta primera época aparece no lejos del “perfecto galicismo mental” y en un anarquismo combativo y demoledor primero, pasando a ser escéptico y melancólico después. En su pensamiento político se declara seguidor de Pi y Margall. Escribió en El Pueblo con Blasco Ibáñez y en El Progreso con Lerroux. Progresivamente este anarquismo escéptico se queda sólo en escepticismo y pronto dará paso al perfecto caballero de ideas conservadoras. Colaboar activamente en El Imparcialy luego en el ABC. Su periodismo es muy variado.

En 1924 ingresa en la Real Academia Española. Entre 1926 y 1930 da sus batallas teatrales con obras propias y traducciones. Es muy discutido, incluso con gran pasión, pero generalmente de forma desfavorable. Con la proclamación de la República resucita su republicanismo. La guerra le sorprende en Madrid. Pasa a fines del 36 a vivir en París hasta el fin de la contienda.

Podemos observar que en la trayectoria vital de Azorín hay una tendencia a las soluciones fáciles. A esto es debido que, siendo un autor de ideas y combativo, haya una sorprendente inhibición de ideas, desembocando progresivamente en pureza literaria. Esto se origina debido a la timidez del hombre que en el fondo desea pasar inadvertido. En la obra narrativa de Azorín hay una constante evolución, casi imperceptible de un libro a otro, pero sí evidente en la continuidad de toda su obra.

La Voluntad

Su primera novela – La voluntad (1902) – es el típico exponente del intelectual noventayochista. Es un libro fundamentalmente de ideas y ambientes. Tan sólo es novelesca por la serie de tipos que la pueblan. Además, no se presenta como un hecho vivo, en proceso, sino como algo ya acabado y concluido.

A) Temática

La novela describe la lucha interior de un personaje por encontrar la solución vital, una solución vital. Trata de incorporarse a la vida de un ambiente que le es extraño. Se trata de un hombre que ha roto psicológicamente con cuanto le ligaba a la realidad de sus circunstancias. Y busca desesperada y sinceramente el porqué de su existencia. Así su vida se convierte en crónica de toda una generación española.

B) Argumento

El protagonista es Antonio Azorín, muchacho dado a la reflexión. Tiene un cierto ímpetu momentáneo, pero es anárquico. Es un periodista representativo de la época. Se forma en la provincia entre seres arquetípicos, que a él le parecen extraordinarios. Estos seres son: el viejo maestro Yuste, quien es un filósofo desencantado y melancólico de la vida, Justina, que vacila entre el amor de Azorín y arrebatos místicos, decidiéndose al final por la religión, el tío de Justina, Puche, quien alienta la religiosidad de ésta y el Padre Lasalde, enamorado de la arqueología. Aparece otro grupo de varones, casi todos ellos clérigos, quienes representan al intelectual de provincias.

Al final de la primera parte muere Justina y después el maestro Yuste. Azorín comienza a fijarse en la voluntariosa e impetuosa, siempre activa, Iluminada.

La segunda parte narra las andanzas de Azorín periodista por Madrid. Sus andanzas son casi simbólicas, es decir, la picaresca de redacciones, la bohemia literaria. En esta parte acaba con dos visiones melancólicas, las dos de cementerio: a) el homenaje que tributan a Larra una serie de literatos; b) las meditaciones de Azorín en la biblioteca frente a periódicos viejos. En ambas discurre con desesperanza sobre la inutilidad y vanidad de todo esfuerzo humano.

Vuelve de nuevo al pueblo. Cada vez está más posesionado por una progresiva decepción. Pasan unos años y nos enteramos del final por unas cartas de Martínez Ruiz a Baroja. El corresponsal llega al pueblo y pregunta por Don Antonio Azorín. Nadie le conoce. Al final se dan cuenta de que se trata de Antoñico el marido de Dª Iluminada. Este hombre ya ha perdido toda voluntad, vegeta entre órdenes y gritos de mujer.

C) Personajes

La voluntad y las demás publicaciones coetáneas representan una ruptura con las reglas decimonónicas de la novelística. El protagonista es un desilusionado y un egoísta, representante de los síntomas del mal del siglo. El yo agresivo se enfrenta con el yo contemplativo. El ser está reducido a ser espectador de su propia vida.

Esta novela tiene abundantes alusiones autobiográficas y muchos detalles de los lugares son reales. Parece que es un gran collage de documentos, de los que todos pueden relacionarse con la vida intelectual de Martínez Ruiz. La novela nos presenta al protagonista en el momento de formular sus ideas sobre la existencia y su vida en particular. Vuelve sobre la vida, para buscar elementos autobiográficos, que explique su condición actual y cambiar los hechos elevándolos a un nivel simbólico.

Inventa a Justina, para agravar el destino trágico de su protagonista. Además así pinta el resultado del misticismo español, viéndolo con una mezcla de admiración y tristeza. Para él la mujer representa la vida normal, la rutina.No siente un amor apasionado y romántico por Justina. En realidad podemos decir que en la primera parte de la novela no existe Azorín, pues todo, le viene de fuera: los monólogos de Yuste, las conversaciones con el Padre Lasalde, en las que él no interviene. Tan sólo lee y se pasea, escucha. Se forma a base de ideas, no por experiencias.

Observamos por tanto que es es tan importante el marco ideológico de la novela como la frustración del protagonista. En la primera parte, son ideas encarnadas lo que hay, no personajes de carne y hueso. Las ideas que pone en boca del maestro Yuste y del padre Lasalde son las ideas del propio protagonista-autor. Los protagonistas representan libros o autores: Yuste - Schopenhauer, Montaigne y los anarquistas. Lasalde – Campanella y Gracián y Puche - la Biblia. Las ideas y el ambiente que han formado las ideas del protagonista, el es­píritu, dejan poca esperanza de que el protagonista pueda resolver su actitud nihilista.

El protagonista aparece en la segunda parte en primer plano como yo rebelde. Su pesimismo íntimo se consolida, disgregándose al mismo tiempo su voluntad. El grito y la paradoja caracterizan su actividad y todo resulta inútil, un fracaso. Se siente envuelto en una danza frenética hacia la muerte. Azorín pierde la capacidad y las fuerzas de actuar y se refugia en un destructivo análisis de su condición. Se desarrolla el hombre-reflexión a expensas del hombre-voluntad. España es la causa de su pesimismo.

Por falta de fe en el progreso o por falta de audacia, por la voluntad quebrantada sale victoriosa la voluntad de Schopenhauer, fuerza negra del Universo, que juega inconscientemente con la vida humana, sobre la voluntad de Nieztsche, afirmación de la voluntad, de la personalidad. Al casarse con Iluminada y entregarse a la voluntad de su mujer y a la mo­nótona vida de Yecla, se muere el protagonista, al menos simbólicamente. Ha perdido la voluntad. Así también muere España.

D) Estilo

Esta novela es en la primera parte una proyección en ficción de la voluntad de Nieztsche, de su ensayo Schopenhauer como educador, pero Azorín no puede aceptar la derrota metafísica del pesimista alemán y se rebela contra su tiempo para crear nuevos valores. Su fracaso le lleva a ver la vida como una danza de muerte, por la concatenación de causa y efecto. Se obsesiona con la hipótesis nietzschiana del Eterno Retorno. Sin embargo la única realidad y además suprema, para Martínez Ruiz, es la fe en el yo íntimo. Pasa de Schopenhauer a Nietzsche y finalmente a la resignación melancólica y escéptica de Montaigne.

En las tres partes emplea tres puntos de vista distintos. La primera parte está escrita en tercera persona, desde el punto de vista de un narrador ajeno a lo que pasa en la novela. En la segunda, surge el protagonista como personalidad. Escribe en tercera persona, pero se refiere a las acciones y sensaciones de Azorín. En la tercera parte todo se escribe en primera persona, como si fuera un diario del protagonista.

El novelista ha logrado eliminar todos los elementos de la narración: argumento, dramatismo y diálogo, dejando un revoltijo de ideas. El Leitmotiv son las sensaciones e ideas del protagonista.

Hay en todo el libro una fuente libresca enmarcando el paisaje. En la primera parte, el escenario de Yecla, que refleja la concepción de la vida de Schopenhauer. En la segunda parte, las ideas morales de Nietzsche, aparecen descripciones de las calles de Madrid, como fondo a la agresividad, para triunfar en la vida. Finalmente, el campo de Jumilla, amolda al espíritu a reaccionar más escépticamente ante las lecturas.

El estilo se acomoda a la forma y al tema. Evita el uso de oraciones relativas y construcciones de gerundio. Usa frases sencillas, cortas, prefiriendo la yuxtaposición asindética. Utiliza sonidos y colores con función descriptiva y resalta el uso de muchos adjetivos, matizando las diversas posibilidades impresionistas. Muchos terminan en -oso y en -ino. Intensifica la sonoridad con adjetivos acabados en -ante. Antepone el adjetivo al sustantivo. El verbo suele cumplir la mera función copulativa. Evita la forma adverbial, sobre todo finalizada en -mente. Utiliza el adjetivo predicado en posición adverbial. Es más fuerte la fuerza de atracción del sujeto que la del verbo.(predicado).

Esta es una novela muy desigual, Martínez. Ruiz se muestra como un artista de la prosa en la descripción del paisaje. La parte ideológica se caracteriza por un estilo periodístico, claro, preciso y directo, pero con todos los defectos del periodismo llevado a la prosa. Su mundo es pequeño, delicado, pero no completo. No transcurre el tiempo, está pasada ya la acción que nos narra.

Es una muestra perfecta de literatura de evasión - precisamente lo que no debe ser la novela.