Gutierre de Cetina - sonetos seleccionados
1 De la incierta salud desconfiado, mirando cómo va turbio y furioso Betis corriendo al mar, dijo lloroso Vandalio, del vivir desesperado: "Recibe, ¡oh caro padre!, este cansado cuerpo de un hijo tuyo, deseoso de hallar en tus ondas el reposo que negó la fortuna a mi cuidado. Haz, padre, que estos árboles que oyendo la causa de mi muerte están atentos, la recuenten después de esta manera: 'Aquí yace un pastor que amó viviendo; murió entregado a Amor con pensamientos tan altos, que aun muriendo, amar espera'". 2 Sobre la cubierta de un libro donde iban escritas algunas cosas pastoriles Esta guirnalda de silvestres flores, de simple mano rústica compuesta en los bosques de Arcadia, aquí fue puesta en honra del cantar de los pastores, a los cuales, si Amor en sus amores quiera jamás negar demanda honesta, ruego, si bien el don tan bajo cuesta, pueda este olmo gozar de mis sudores. Que si algún tiempo con más docta mano las acierto a tejer como maestro, guardando a los pasados el decoro, espero, y mi esperar no será en vano, que el nombre pastoral del siglo nuestro será tal cual fue ya en la Edad del Oro. 3 En un bastón de acebo que traía por sostener el cuerpo trabajado, Vandalio de su mano había entallado la imagen que en el alma poseía. Y como que presente la tenía, mirando della el natural traslado, envuelto en un suspiro apasionado, con lágrimas llorando le decía: "Dórida, si mirando esta figura siento el alma encender, siento abrasarme, piensa qué será ver tu hermosura. Si así puedes ver tu hermosura, di cuándo acabará mi desventura. Mas no querrás hablar por no hablarme". 4 Para ver si sus ojos eran cuales la fama entre pastores extendía, en una fuente los miraba un día Dórida, y dice así, viéndolos tales: "Ojos, cuya beldad entre mortales hace inmortal la hermosura mía, ¿cuáles bienes el mundo perdería que a los males que dais fuesen iguales? Tenía, antes de os ver, por atrevidos, por locos temerarios los pastores que se osaban llamar vuestros vencidos. Mas hora viendo en vos tantos primores, por más locos los tengo y más perdidos los que os vieron si no mueren de amores." 5 "Como al pastor que en la ardiente hora estiva la verde sombra, el fresco aire agrada, y como a la sedienta su manada alegra alguna fuente de agua viva, así a mi árbol do se note o escriba mi nombre en la corteza delicada alegra, y ruego a Amor que sea guardada la planta porque el nombre eterno viva. Ni menos se deshace el hielo mío, Vandalio, ante tu ardor, cual suele nieve a la esfera del sol ser derretida." Así decía Dórida en el río mirando su beldad, y el viento leve llevó la voz que apenas fue entendida. 6 Si el justo desear, padre Silvano, jamás pudo moverte entre pastores, si del rabioso mal de los amores el corazón salvaje has hecho humano, ruega al numen celeste que la mano de su piedad extienda a los clamores que Dórida le hace, en los ardores de una fiebre crüel, llorando en vano. Si alcanzo de los dos tanta ventura, vuestra gloria será más verdadera, y más para sufrir mi desventura. Y cuando lo contrario el hado quiera, no perezca, señor, tal hermosura: menor mal es que yo en su lugar muera. 7 Un blanco, pequeñuelo y bel cordero Vandalio para Dórida criaba, cuando viendo que el lobo lo llevaba, dijo alzando la voz, airado y fiero: "¡Al lobo, al lobo, canes, que os espero, Argo, Trasileón, Melampo y Brava! ¡Hélo!, Brava lo alcanza y, ¡hélo!, traba. Soltado lo ha el traidor, por ir ligero. Ya lo veo y lo alcanzo, ya lo tomo; ya se embosca el traidor, ya deja el robo; ya mis canes se vuelven victoriosos." Así decía Vandalio, y no sé cómo por entre aquellos álamos ombrosos Eco resuena ahora: '¡Al lobo, al lobo!' 8 Con ansia que del alma le salía, la mente del morir hecha adivina, contemplando Vandalio la marina de la ribera bética, decía: "Pues vano desear, loca porfía, a la rabiosa muerte me destina, mientras la triste hora se avecina, oye mi llanto tú, Dórida mía. Y si tu crüeldad contenta fuese, por premio de esta fe firme y constante, que sobre mi sepulcro se leyese, no en letras de metal, mas de diamante, 'Dórida ha sido causa que muriese el más leal y el más sufrido amante'." |
9 Debajo de un pie blanco y pequeñuelo tenía el corazón enamorado Vandalio, tan ufano en tal cuidado, que tiene en poco el mayor bien del suelo. Cuando movido Amor de un nuevo celo, envidioso de ver tan dulce estado, mirando el pie hermoso y delicado, el fuego del pastor muestra de hielo. En tanto, el corazón que contemplaba el pie debajo el cual ledo se vía, con lágrimas de gozo lo bañaba. Y el alma, que mirando se sentía, con fogosos suspiros enjugaba las mancillas que el llanto en el ponía. 10 Dórida, hermosísima pastora, cortés, sabia, gentil, blanda y piadosa, ¿cuál suerte desigual, fiera, rabiosa, pone a mi libertad nueva señora? El corazón que te ama y que te adora, ¿quién lo puede forzar que ame otra cosa? ¿Amarílida es más sabia o hermosa que tú? No sé. Contempla esta alma ahora. ¿Fue jamás de Amarílida tratado tan bien como de ti, tan sin fiereza? ¿No me acordabas tú si yo te amaba? Pues sin mudarme yo, ¿quién me ha mudado? Respondió el eco: "Yo, que en tanta alteza mucho tiempo tan dulce ser duraba." 11 ¡Ay, mísero pastor!, ¿dó voy huyendo? ¿Curar pienso un ardor con otro fuego? ¡Cuitado!, ¿adónde voy? ¿Estoy ya ciego que ni veo mi bien ni el mal entiendo? ¿Dó me llevas, Amor? Si aquí me enciendo, ¿tendré do voy más paz o más sosiego? Si huyo de un peligro, ¿a dó voy luego? ¿Es menor el que voy hora siguiendo? ¿Fue más ventura el Betis, por ventura, que era agora Pisuerga? ¿Aquél no ha sido tan triste para mí como ese agora? Si falta en Amarílida mesura, ¿cómo la tendrá Dórida , sabido que llevo ya en el alma otra señora? 12 En un olmo Vandalio escribió un día, do la corteza estaba menos dura, el nombre y la ocasión de su tristura; después, mirando al cielo, así decía: "Tanto crezcas, ¡oh bella planta mía!, que al más alto ciprés venzas de altura, y tanta sea mayor tu hermosura cuanta aquella de Dórida sería. Crezcan a par del olmo en su grandeza las letras del amado y dulce nombre, y en él hagan perpetua su memoria; porque los que vendrán sepan que un hombre levantó el pensamiento a tanta alteza que es digno al menos de inmortal renombre." 13 Al pie de un monte que divide a España de Francia, do más alto el cuello asoma, en las faldas de aquél que el nombre toma del ladrón más subtil, de mayor maña, en un valle hermoso a do la extraña alteza el blanco monte abaja y doma, no lejos de la fuente por quien Roma dio nombre a la región que en torno baña, cerca de do perdió el francés famoso la gloria de que aún hoy soberbio viene, allí nació la causa del mal mío; después la crió el Tajo, y de invidioso Pisuerga la robó, Betis la tiene: intendami chi può, ch'i' m'intend'io. 14 Sin poderse alegrar de cosa alguna, de invidia, de ira y rabia ardiendo el pecho, mirando la ocasión de su despecho, en brazos de Endimión decía la Luna: "¡Ah, dichosa Amarílida!, fortuna que el más fiel pastor siervo te ha hecho; te asegura del mal, de quien sospecho que si no tú, escapar puede ninguna. Tú sola vivirás leda y contenta, de aquel desimular de amor sigura, que en los hombres sin fe se anida y sella." Endimión, que oyendo esto se afrenta, responde así: "Hizo igual ventura a la fe del pastor, la beldad della." 15 "Fuego queme mi carne y por encienso baje el humo a las almas del infierno; pase la mía aquel olvido eterno de Lete porque pierda el bien que pienso; el fiero ardor que hora me abrasa intenso ni melle corazón ni haga tierno; niégueme pïedad, favor, gobierno el mundo, Amor y el sumo Dios inmenso; mi vivir sea enojoso y trabajado, en estrecha prisión dura y forzosa, siempre de libertad desesperado, si viviendo no espero ya ver cosa -dijo Vandalio, y con verdad jurado-, que sea cual tú, Amarílida, hermosa." 16 El más alto y más dulce pensamiento del cuidado mayor, que más quería, un sospiro secreto en que abscondía la hermosa ocasión de su tormento, todo cuanto favor, cuanto contento tuvo jamás, cuanto tener podría, Vandalio, pastor bético, ofrecía al Amor, muy lloroso y descontento. "Señor -dijo al fin- si el sacrificio miras cuál puede ser que mayor sea, si a la intención tú sabes bien mi historia, sólo te pido, en premio del servicio, la salud de Amarílida: no vea el mundo así perder su mayor gloria." |
17 Como el que enfermedad de muerte tiene, que está de su salud desconfiado, ni se puede alegrar del mal pasado, ni gozo entero haber del bien que viene; pensando en el morir, si se detiene, es porque el plazo cierto no ha llegado, de cuya causa el mejorar de estado ni lo asegura ya, ni lo entretiene; tal el triste Vandalio en la estrecheza, envuelto en un temor con mil temores, a la bella Amarílida decía: "Poca seguridad, menos firmeza, no me dejan gozar vuestros favores; que un recelo mortal me los desvía." 18 La nueva luz en el nacer del día al mísero Vandalio, que guiaba sus ovejuelas, por su mal mostraba cosa que su dolor mayor hacía. Una avecilla que caído había en la encubierta liga, vio que estaba, y mientra por soltarse trabajaba, más la enredaba el visco y la prendía. Mirando el mal ajeno estaba atento, y pensando hallar en él consuelo, duro ejemplo le trajo al pensamiento. "¡Mirad -dijo el pastor- que ha hecho el cielo por mostrar en dibujo aquel tormento que padece el que ha dado en un recelo!" 19 El dulce fruto en la cobarde mano y casi puesto a la hambrienta boca, de turbado lo suelta y no lo toca, vencido de un temor bajo, villano, Vandalio; y el Amor, fiero tirano, que al alma asombra con sospecha loca, mientra la vida deseando apoca, la hambre cresce y cresce el temor vano. En tanto, el caro fruto deseado de la vista al pastor desaparesce, y ni comer se deja ni tocarse; cuando con un sospiro apasionado dijo: "Tal sea de aquél a quien se ofresce un bien de que no sabe aprovecharse." 20 Entre osar y temer, entre esperanza y un triste recelar desesperado, entre gozo y dolor, entre un cuidado y un cierto no sé qué de confianza, entre aquel bien que un amador alcanza mientra espera gozar lo deseado, y entre aquel mal que siente un desdichado que teme de fortuna en la bonanza, Vandalio, enamorado y temeroso, está entre un cierto sí y un no más cierto, no suceda a su bien fortuna aviesa, cuando dijo: "¡Dolor fiero, rabioso!, hoy triunfas de mi vida, hoy seré muerto si Amarílida falta a su promesa." 21 Con aquel poco espíritu cansado que queda al que el vivir le va dejando, en brazos de Amarílida llorando Vandalio, de salud desconfiado: "No me duele el morir desesperado -dijo-, pues con mi mal se va acabando, mas duéleme que parto y no sé cuándo. Señora, ¿habrás dolor de mi cuidado?" La ninfa que con lágrimas el pecho del mísero pastor todo bañaba: "Sin premio no será tu amor", decía. Mas él, puesto en el paso más estrecho, mucho más que el morir, pena le daba no poder ya gozar del bien que oía. 22 Horas alegres que pasáis volando porque, a vueltas del bien, mayor mal sienta; sabrosa noche que, en tan dulce afrenta, el triste despedir me vas mostrando; importuno reloj que, apresurando tu curso, mi dolor me representa; estrellas, con quien nunca tuve cuenta, que mi partida vais acelerando; gallo que mi pesar has denunciado, lucero que mi luz va oscureciendo, y tú, mal sosegada y moza aurora, si en vos cabe dolor de mi cuidado, id poco a poco el paso deteniendo, si no puede ser más, siquiera un hora. 23 Si jamás el morir se probó en vida, yo triste soy el que lo pruebo y siento con extraño dolor, pena y tormento, en esta trabajosa mi partida. Mi alma en vuestro gesto embebecida, mirándoos se henchía de un contento tal, que de ufano ya mi sufrimiento gloria le era la pena más crecida. Mas hora que de vos me alejo tanto, ¿cuál consuelo será que me consuele, que no sienta en partir la misma muerte, si me muestra el temor visión de espanto, que asombrándome hace que recele de vos, de amor, del tiempo y de la suerte? 24 Al rebaño mayor de sus cuidados que a la orilla del Po paciendo se iba, dijo Vandalio con la mente esquiva, los ojos de sus lágrimas bañados: "Paced, mis ovejuelas, pues los hados, la invidia ajena y la aspereza altiva de la ribera de Pisuerga os priva y de sus verdes y floridos prados. Si en las hierbas halláis amargo el gusto, si el agua es menos clara que solía, si os muestra el cielo invierno a primavera, no es fuera de razón, antes muy justo, pues tan lejos estáis del alma mía, que sea todo al revés lo que antes era." 25 Al pie de una alta haya muy sombrosa, cuando más alto el sol mostraba el día, mirando el agua clara que corría por la ribera del Tesín hermosa, pensando está Vandalio en la rabiosa ocasión que turbó su fantasía, tan obstinada el alma en su porfía cuanto por la ocasión triste y cuidosa: "¡Ay, suerte desigual! -dijo llorando-, si está el alma de mí tan separada, ¿tan lejos della cómo o por qué vivo? Dolor, que sin matarme así apretando me vas, o tu poder no puede nada o se hace inmortal el hado esquivo." |
26 Mirando cómo va soberbio, airado, a pagar su tributo al mar el Reno, de su propia alma y de su bien ajeno, Vandalio está cuidoso, recostado a la sombra de un olmo, y descansado ya de llorar, de mil congojas lleno, viendo partir de sí el pastor Tirreno, dijo con un suspiro apasionado: "¡Dichoso tú, tú sólo eres dichoso, que vuelves do verás tan presto el Tago y el bien que te hace ir tan presuroso! Yo, mísero, llorando me deshago de sólo ver Pisuerga deseoso. ¡Mira cuál es de Amor, Tirreno, el pago!" 27 Entre armas, guerra, fuego, ira y furores, que al soberbio francés tienen opreso, cuando el aire es más turbio y más espeso, allí me aprieta el fiero ardor de amores. Miro el cielo, los árboles, las flores, y en ellos hallo mi dolor expreso, que en el tiempo más frío y más avieso nacen y reverdecen mis temores. Digo llorando: "¡Oh dulce primavera, cuándo será que a mi esperanza vea ver de prestar al alma algún sosiego! Mas temo que mi fin mi suerte fiera tan lejos de mi bien quiere que sea, entre guerra y furor, ira, armas, fuego." 28 Mientra el fiero león, fogoso, ardiente, con furioso calor nos mueve guerra, mientra la madre de Aristeo atierra los árboles, las plantas, la simiente, entre altos montes de soberbia gente, que al helvecio feroz el paso cierra, me hallo en otra clima, en otra tierra de la mi cara patria diferente. Allá Febo no tiene hora reparo; acá muestra mudar orden el cielo, y con helada nieve nos castiga. Entre estas diferencias se ve claro cuál es mi mal, pues ardo en medio el hielo y en el fuego se hiela mi enemiga. 29 ¿En cuál región, en cuál parte del suelo, en cuál bosque, en cuál monte, en cuál poblado, en cuál lugar remoto y apartado puede ya mi dolor hallar consuelo? Cuanto se puede ver debajo el cielo todo lo tengo visto y rodeado; y un medio que a mi mal había hallado, hace en parte mayor mi desconsuelo. Para curar el daño de la ausencia píntoos cual siempre os vi, dura y proterva; mas Amor os me muestra de otra suerte. No queráis a mi mal más experiencia, sino que ya, como herida cierva, doquier que voy, conmigo va mi muerte. 30 De las doce a las cuatro había pasado, por la quinta carrera el sol corría, sin que del resplandor que dar solía muestra de su beldad, luz haya dado. O escondido o traspuesto o de un nublado negro, lleno de horror, se le cubría al mísero Vandalio, el cual no vía sin él por dó seguir con su ganado. Llenos de un triste humor tenía los ojos el cuitado pastor mirando al cielo, mostrando sin hablar su desventura. Cuando, por renovar viejos enojos, quitándose y poniendo el sol un velo, mostró y tornó a esconder su hermosura. 31 Mientra el fiero dolor de su tormento con mayor soledad Vandalio llora, con voz de su morir denunciadora dijo triste, lloroso y descontento: "¡Oh gloria de estas selvas y ornamento, sombras que tanto ardor templáis agora! ¡Oh tú, Eco, perpetua habitadora del bosque que este llanto escucha atento! Quédese para vos sola guardado mi tan secreto bien, mi buena suerte, que tanto me costó por no mostralle. Y si tanto favor me niega el hado, ya que a alguno contar queráis mi muerte, dígase sólo el mal, el bien se calle." 32 Aires süaves, que mirando atentos escucháis la ocasión de mis cuidados, mientra que la triste alma acompañados con lágrimas os cuenta sus tormentos, así alegres veáis los elementos, y en lugares do estáis enamorados las hojas y los ramos delicados os respondan con mil dulces acentos. De lo que he dicho aquí, palabra fuera dentre estos valles salga, a do sospecha pueda jamás causarme aquella fiera. Yo deseo callar, mas ¿qué aprovecha?: que la vida, que ya se desespera, para tanto dolor es casa estrecha. 33 Dulce, sabrosa, cristalina fuente, refugio al caluroso ardiente estío, adonde la beldad del ídol mío hizo tu claridad más transparente, ¿qué ley permite, qué razón consiente un pecho refrescar helado y frío, en quien fuego de amor, fuerza ni brío ni muestra de piedad jamás se siente? Cuánto mejor harías si lavases de este mi corazón tantas mancillas y el ardor que lo abrasa mitigases. Aquí serían, Amor, tus maravillas, si en estas ondas un señal mostrases de mis penas a quien no quiere oíllas. 34 Pues todavía queréis ir mis suspiros do siempre soléis ser tan mal tratados, trabajad de llegar disimulados, quizá con tal ardid querrán oíros. Sabe Amor si quisiera hora seguiros para ver si osaréis ser tan osados; mas, ¿para qué?, si van dos mil cuidados míos allá, tras vos, para serviros. Si os llegáis, al llegar, con la osadía que hora partís de mí, decilde manso: "Señora, pïedad, ¿por qué tan fiera?" Mas si, como he temor, de sí os desvía, básteos darle a entender con un descanso cómo el verme sin él hace que muera. |
35 |
43 |