Calderón de la Barca - El alcalde de Zalamea (Jornada Segunda)

Jornada Segunda

Salen don MENDO y NUÑO, su criado
 
MENDO: ¿Quién os contó todo esto?
NUÑO: Todo esto contó Ginesa,
su crïada.
MENDO: ¿El capitán,
después de aquella pendencia,
que en su casa tuvo, fuése?
¿Ya verdad o ya cautela,
ha dado en enamorar
a Isabel?
NUÑO: Y es de manera,
que tan poco humo en su casa
él hace, como en la nuestra
nosotros. Él todo el día
no se quita de su puerta.
No hay hora, que no le envíe
recados; con ellos entra
y sale un mal soldadillo,
confidente suyo.
MENDO: ¡Cesa!
Que es mucho veneno, mucho,
para que el alma lo beba
de una vez.
NUÑO: Y más no habiendo
en el estómago fuerzas
con que resistirle.
MENDO: Hablemos
un rato, Nuño, de veras.
NUñO: ¡Pluguiera a Dios fueran burlas!
MENDO: ¿Y qué le responde ella?
NUñO: Lo que a ti; porque Isabel
es deidad hermosa y bella,
a cuyo cielo no empañan
los vapores de la tierra.
MENDO: ¡Buenas nuevas te dé Dios!
 
Dale [a NUÑO] un bofetón
   
NUÑO: A ti te dé mal de muelas,
que me has quebrado dos dientes.
Mas bien has hecho, si intentas
reformalos por familia,
que no sirve ni aprovecha.
¡El capitán!
MENDO: ¡Vive Dios,
si por el honor no fuera
de Isabel, que lo matara!
NUÑO: Más mira por tu cabeza.
 
Salen don ÁLVARO, el SARGENTO y REBOLLEDO
 
MENDO: Escucharé retirado.
Aquí, a esta parte, te llega.
 
Retíranse [don MENDO y NUÑO]  
 
ÁLVARO: Este fuego, esta pasión
no es amor solo, que es tema,
es ira, es rabia, es furor.
REBOLLEDO: ¡Oh nunca, señor, hubieras
visto a la hermosa villana,
que tantas ansias te cuesta!
ÁLVARO: ¿Que te dijo la crïada?
REBOLLEDO: ¿Ya no sabes sus respuestas?
 
[Don MENDO habla aparte] a NUÑO  
 
MENDO: Esto ha de ser; pues ya tiende
lo noche sus sombras negras,
antes que se haya resuelto
a lo mejor mi prudencia,
ven a armarme.
NUÑO: Pues, ¿qué tienes
más armas, señor, que aquellas
que están en un azulejo
sobre elmarco de la puerta?
MENDO: En mi guardarnés presumo
que hay para tales empresas
algo que ponerme.
NUÑO: Vamos,
sin que el capitán no sienta.
 
Vanse [don MENDO y NUÑO]
 
ÁLVARO: ¡Que en una villana haya
tan hidalga resistencia,
que no me haya respondido
una palabra siquiera
apacible!
SARGENTO: Éstas, señor,
no de los hombre se prendan
como tú. Si otro villano
le festejara y sirviera,
hiciera más caso de él.
Fuera de que con tus quejas
sin tiempo. Si te has de ir
mañana, ¿para qué intentas,
que una mujer en un día
te escuche y te favorezca?
ÁLVARO: En un día el sol alumbra
y falta; en un día se trueca
un reino todo; en un día
es edificio una peña;
en un día una batalla
perdida y victoria ostenta;
en un día tiene el mar
tranquilidad y tormenta;
en un día nace un hombre
y muere; luego pudiera
en un día ver mi amor
sobra y luz, como planeta;
pena y dicha, como imperio;
fente y brutos, como selva;
paz e inquietud como mar;
triunfo y ruina, como guerra;
vida y muerte, como dueño
de sentidos y potencias.
Y habiendo tenido edad
en un día su violencia
de hacerme tan desdichado,
¿por qué, por qué no pudiera
tener edad en un día
de hacerme dichoso? ¿Es fuerza
que se engendren más despacio
las glorias que las ofensas?
SARGENTO: ¿Verla una vez solamente
a tanto extremo te fuerza?
ÁLVARO: ¿Qué más causa había de haber,
llegando a verla, que verla?
De sola una vez a incendio
crece una breve pavesa;
de una vez sola un abismo
fulgúreo volcán revienta;
de una vez se enciende el rayo
que destruye cuanto encuentra;
de una vez escupe horror
la más reformada pieza.
De una vez amor, ¿qué mucho,
fuego de cuatro maneras,
mina, incendio, pieza y rayo,
postre, abrase, asombre y hiera?
SARGENTO: ¿No decías que villanas
nunca tenían belleza?
ÁLVARO: Y aun aquesa confïanza
me mató; porque el que piensa
que va a un pelligro, ya va,
prevenido a la defensa;
quien va a una seguridad
es el que más riesgo lleva,
por la novedad que halla
siacaso un peligro encuentra.
Pensé hallar una villana;
si hallé una deidad, ¿no era
preciso que peligrase
en mi misma inadvertencia?
En toda mi vida vi
más divina, más perfecta
hermosura. ¡Ay, Rebolledo,
no sé qué hiciera por verla!
REBOLLEDO: En la compañía hay soldado
que canta por excelencia,
y la Chispa, que es mi alcaida
del boliche, es la primera
mujer en jacarear.
Haya, señor, jira y fiesta
y música a su ventana;
que con esto podrás verla
y aun hablarla.
ÁLVARO: Como está
don Lope allí, no quisiera
despertarle.
REBOLLEDO: Pues donLope,
¿cuándo duerme con su pierna?
Fuera, señor, que la culpa
si se entiende,será nuestra,
no tuya, si de rebozo
vas en la tropa.
ÁLVARO: Aunque tenga
mayores dificultades,
pase por todas mi pena.
Juntaos todos esta noche,
mas de suerte que no entiendan
que yo lo mando. ¡Ay, Isabel,
qué de cuidados me cuestas!
 
Vanse don ÁLVARO y el SARGENTO, y sale la CHISPA
 
CHISPA: ¡Téngase!
REBOLLEDO: Chispa, ¿qué es eso?
CHISPA: Ahí un pobrete que queda
con un rasguño en el rostro.
REBOLLEDO: Pues, ¿por qué fue la pendencia?
CHISPA: Sobre hacerme alicantina
del barato de hora y media
que estuvo echando las bolas,
teniéndome muy atenta
a si eran pares o nones.
Canséme y dílo con ésta.
 
Saca la daga
 
Mientras que con el barbero
poniéndose en puntos queda,
vamos al cuerpo de guardia
que allá te daré la cuenta.
REBOLLEDO: ¡Bueno es estar de mohina,
cuando vengo yo de fiesta!
CHISPA: ¿Pues qué estorba el uno al otro?
Aquí está la castañeta.
¿Qué se ofrece que cantar?
REBOLLEDO: Ha de ser cuando anochezca,
y música más fundada.
Vamos y no te detengas,
Anda acá al cuerpo de guardia.
CHISPA: Fama ha de qiedar emtera
de mí en el mundo, que soy
Chispilla, la bolichera.
 
Vanse. Salen don LOPE y Pedro CRESPO, y algunos criados  
 
CRESPO: En este paso, que está
más fresco, poned la mesa
al señor don Lope.
 
[CRESPO habla] a don LOPE
 
Aquí os sabrá mejor la cena;
que al fin los días de agosto
no tienen más recompensa
que sus noches.
LOPE: Apacible
estancia en extremo es ésta.
CRESPO: Un pedazo es de jardín
do mi hija se divierta.
Sentaos. Que el viento süave,
que en las blandas hojas suena
de estas parras y estas copas,
mil cláusulas lisonjeras
hace al compás de esta fuente,
cítara de plata y perlas,
poreque son en trastes de oro
las guijas tmepladas cuerdas.
Perdonad, si de instrumentos
solos la música suena,
de músicos que deleiten
sin voces que os entretengan;
que como músicos son
los pájaros que gorjean,
no quieren cantar de noche,
ni yo puedo hacerles fuerza.
Sentaos, pues, y divertidd
esa continua dolencia.
LOPE: No podré; que es imposible,
que divertimiento tenga.
¡Válgame Dios!
CRESPO: ¡Valga, amén!
LOPE: ¡Los cielos me den paciencia!
Sentaos, Crespo.
CRESPO: Yo estoy bien.
LOPE: Sentaos.
CRESPO: Pues me dais licencia,
digo, señor, que obedezco,
aunque excusarlo pudierais.
 
Siéntase  
 
LOPE: ¿No sabéis qué he reparado?
Que ayer la cólera vuestra
os debió de enajenar
de vos.
CRESPO: Nuna me enajena
a mí de mí nada.
LOPE: Pues,
¡cómo ayer, sin que os dijera
que os sentarais, os sentasteis,
aun en la silla primera?
CRESPO: Porque nome lo dijisteis,
y hoy, que lo decís, quisiera
no hacerlo. La cortesía
tenerla con quien la tenga.
LOPE: Ayer todo erais reniegos,
porvidas, votos y pesias;
y hoy estáis más apacible,
con más gusto y más prudencia.
CRESPO: Yo, señor, siempre respondo
en el tono y en la letra,
que me hablan. Ayer vos
así hablabais, y era fuerza
que fuera de un mismo tono
la pregunta y la respuesta.
Demás de que yo he tomado
por política discreta,
jurar con aquel que jura,
rezar con aquel que reza.
A todo hago compañía;
y es aquesto de manera
que en toda la noche pude
dormir en la pierna vuestra
pensando, y amanecí
con dolor en ambas piernas;
que, porno errar la que os duele,
si es la izquierda o la derecha,
me dolieron a mí entrambas.
Decidme, ¡por vida vuestra!,
cuál es y sépalo yo
porque una sola me duela.
LOPE: ¿No tengo mucha razón
de quejarme, si ha ya treinta
años que asistiendo en Flandes
al servicio de la fuerra,
el invierno con la escarcha
y el verano con la fuerza
del sol, nunca descansé
y no he sabido qué sea
estar sin dolor un hora?
CRESPO: ¡Dios, senor, os dé paciencia!
LOPE: ¿Para qué la quiero yo?
CRESPO: ¡No os la dé!
LOPE: Nunca acá venga,
sino que dosmil demonios
carguen conmigo y con ella.
CRESPO: ¡Amén! Y sino lo hacen
es por no hacer cosa buena.
LOPE: ¡Jesús mil veces, Jesús!
CRESPO: Con vos y conmigo sea.
LOPE: ¡Voto a Cristo, que me muero!
CRESPO: ¡Voto a Cristo, que me pesa!
 
Saca la mesa JUAN  
 
JUAN: Ya tienes la mesa aquí.
LOPE: ¿Cómo a servirla no entran
mis crïados?
CRESPO: Yo, señor,
dije, con vuestra licencia,
queno entraran a serviros,
y que en mi casa no hicieran
prevenciones; que a Dios gracias,
pienso, que no os falte en ella
nada.
LOPE: Pues, que no entran crïados,
hacedme favor que venga
vuestra hija aquí a cenar
conmigo.
CRESPO: Dile que venga
tu hermana al instante, Juan.
 
Vase JUAN  
 
LOPE: Mi poca salud me deja
sin sospecha en esta parte.
CRESPO: Aunque vuestra salud fuera,
señor, la que yo os deseo,
me dejara sin sospecha.
Agravio hacéis a mi amor
que nada de eso me inquieta;
que el decirle que no entrara
aquí fue con advertencia
de que no estuviese a oír
ociosas impertinencias;
que si todos los soldados
corteses, como vos, fueran,
ella había de acudir
a servirlos la primera.
LOPE: (¡Qué ladino es el villano! Aparte
¡Oh, cómo tiene prudencia!)
 
Salen INÉS e ISABEL [y JUAN]  
 
ISABEL: ¿Qué es, señor, lo que me mandas?
CRESPO: El señor don Lope intenta
honraros. Él es quien llama.
ISABEL: Aquí está una esclava vuestra.
LOPE: Serviros intento yo.
(¡Qué hermosura tan honesta!) Aparte
Que cenéis conmigo quiero.
ISABEL: Mejor es, que a vuestra cena
sirvamos las dos.
LOPE: Sentaos.
CRESPO: Sentaos. Haced lo que ordena
el señor don Lope.
ISABEL: Está el mérito en la obediencia.

Tocan guitarras [dentro]
 
LOPE: ¿Qué es aquello?
CRESPO: Por la calle
los soldados se pasean,
cantando y bailando.
LOPE: Mal los trabajos de la guerra,
sin aquesta libertad
se llevarán; que es estrecha
religión la de un soldado,
y darle ensanchas es fuerza.
JUAN: Con todo eso es linda vida.
LOPE: ¿Fuérades con gusto a ella?
JUAN: Sí, señor, como llevara
por amparo a vueselencia.
 
Dentro [dicen y luego cantan]  
 
UNO: Mejor se cantará aquí.
REBOLLEDO: Vaya a Isabel una letra.
Para que despierte, tira
a su ventana una piedra.
CRESPO: (A ventana señalada Aparte
va la música. ¡Paciencia!)
 
MÚSICOS: "La flores del romero,
niña Isabel,
hoy son flores azules,
y mañana serán miel."
 
LOPE: (Música, vaya. Mas esto Aparte
de tirar es desvergüenza.
¡Y a la casa donde estoy
venirse a dar cantaletas!...
Pero disimularé
por Pedro Crespo y por ella.)
¡Qué travesuras!
CRESPO: Son mozos.
(Si por don Lope, no fuera, Aparte
yo les hiciera...)
JUAN: (Si yo Aparte
una rodelilla vieja
que en el cuarto de don Lope
está colgada, pudiera
sacar...)
 
[JUAN] hace que se va
 
CRESPO: ¡Dónde vais, mancebo?
JUAN: Voy a que traigan la cena.
CRESPO: Allá hay mozos que la traigan.
TODOS: Despierta, Isabel, despierta.
ISABEL: (¿Qué culpa tengo yo, cielos, Aparte
para estar a esto sujeta?)
LOPE: Ya no se puede sufrir,
porque es cosa muy mal hecha.
 
Arroja don LOPE la mesa
 
CRESPO: Pues, ¡y cómo si lo es!
 
Arroja Pedro CRESPO la silla
 
LOPE: Llevéme de mi impaciencia.
¿No es, decidme, muy mal hecho,
que tanto una pierna duela?
CRESPO: De eso mismo hablaba yo.
LOPE: Pensé que otra cosa era.
Como arrojasteis la silla...
CRESPO: Como arrojasteis la mesa
vos, no tuve que arrojar
otra cosa yo más cerca.
(¡Disimulemos honor!) Aparte
LOPE: (¡Quién en la calle estuviera!) Aparte
Ahora bien, cenar no quiero.
Retiraos.
CRESPO: Enhorabuena.
LOPE: Señora, quedad con Dios.
ISABEL: El cielo os guarde.
LOPE: (A la puerta Aparte
de la calle, ¿no es mi cuarto?
Y en él, ¿no está una rodela?)
CRESPO: (¿No tiene puerta el corral, Aparte
y yo una espadilla vieja?)
LOPE: Buenas noches.
CRESPO: Buenas noches.
(Encerraré por de fuera Aparte
a mis hijos.)
LOPE: (Dejaré Aparte
un poco la casa quieta.)
ISABEL: (¡Oh, qué mal, cielos, los dos Aparte
disimulan que les pesa!)
INÉS: (Mal el uno por el otro Aparte
van haciendo la deshecha.)
CRESPO: ¡Hola, mancebo!
JUAN: ¿Señor?
CRESPO: Acá está la cama vuestra.
 
Vanse [todos]. Salen don ÁLVARO, el SARGENTO, la CHISPA y REBOLLEDO, con guitarras, y soldados  
 
REBOLLEDO: Mejor estamos aquí,
el sitio es más oportuno;
tome rancho cada uno.
CHISPA: ¿Vuelve la música?
REBOLLEDO: Sí.
CHISPA: Ahora estoy en mi centro.
ÁLVARO: ¡Que no haya un ventana
entreabierto esta villana!
SARGENTO: Pues bien lo oyen allá dentro.
CHISPA: Espera.
SARGENTO: Será a mi costa
REBOLLEDO: No es más de hasta ver quién es
quien llega.
CHISPA: ¿Pues qué? ¿No ves
un jinete de la costa?
 
Salen don MENDO con adarga, y NUÑO  
 
MENDO: ¿Ves bien lo que pasa?
NUñO: No,
no veo bien; pero bien
lo escucho.
MENDO: ¿Quién, cielos, quien
esto puede sufrir?
NUÑO: Yo.
MENDO: ¿Abrirá acaso Isabel
la ventana?
NUÑO: Sí, abrirá.
MENDO: No hará, villano.
NUÑO: No hará.
MENDO: ¡Ah celos, pena crüel!
Bien supiera yo arrojar
a todos a cuchilladas
de aquí; mas disimuladas
mis desdichas han de estar
hasta ver, si ella ha tenido
culpa de ello.
NUÑO: Pues aquí
nos sentemos.
MENDO: Bien. Así
estaré desconocido.
REBOLLEDO: Pues ya el hombre se ha sentado
--si ya no es, que ser ordena
algún alma que anda en pena
de las cañas que ha jugado
con su adarga a cuestas. Da
voz al aire.
CHISPA: Ya él la lleva.
REBOLLEDO: Va una jácara tan nueva,
que corra sangre.
CHISPA: Sí hará.
 
Salen don LOPE y Pedro CRESPO a un tiempo, con broqueles. [Canta la CHISPA]  
 
CHISPA: "Érase cierto Sampayo
la flor de los andaluces,
el jaque de mayor porte,
y el jaque de mayor lustre;
éste, pues, a la Chillona
topó un día..."
REBOLLEDO: No le culpen
la fecha, que el consonante
quiere que haya sido en lunes.
CHISPA: "Topó, digo, a la Chillona,
que, brindando entre dos luces,
ocupaba con el Garlo
la casa de los azumbres.
El Garlo, que siempre fue
en todo lo que le cumple
rayo de tejado abajo,
porque era rayo sin nube,
sacó la espada, y a un tiempo
un tajo y revés sacude."
 
Acuchíllanlos don LOPE y Pedro CRESPO  
 
CRESPO: Sería de esta manera.
LOPE: Que sería así no duden.
 
Métenlos a cuchilladas y sale don LOPE
 
LOPE: ¡Gran valor! Uno ha quedado
de ellos, que es el que está aquí.
 
Sale Pedro CRESPO
 
CRESPO: Cierto es que el que queda ahí
sin duda es algún soldado.
LOPE: Ni aun éste no ha de escapar
sin almagre.
CRESPO: Ni éste quiero
que quede sin que mi acero
la calle le haga dejar.
LOPE: ¿No huís con los otros?
CRESPO: ¡Huid vos,
que sabréis hüír más bien!
 
Riñen
 
LOPE: ¡Voto a Dios, que riñe bien!
CRESPO: ¡Bien pelea, voto a Dios!
 
Sale JUAN
 
JUAN: (¡Quiera el cielo, que le tope!) Aparte
Señor, a tu lado estoy.
LOPE: ¿Es Pedro Crespo?
CRESPO: Yo soy.
¿Es don Lope?
LOPE: Sí, es don Lope.
¿Que no habíais, no dijisteis,
de salir? ¿Qué hazaña es ésta?
CRESPO: Sean disculpa y respuesta
hacer lo que vos hicisteis.
LOPE: Aquesta era ofensa mía,
vuestra no.
CRESPO: No hay que fingir;
que yo he salido a reñir
por haceros compañía.
 
Dentro, los SOLDADOS  
 
SOLDADO 1: A dar muerte nos juntemos
a estos villanos.
 
Salen don ÁLVARO y todos  
 
ÁLVARO: Mirad...
LOPE: ¿Aquí no estoy yo? Esperad.
¿De qué son estos extremos?
ÁLVARO: Los soldados han tenido,
porque se estaban holgando
en esta calle cantando
sin alboroto y rüido,
una pendencia, y yo soy
quien los está deteniendo.
LOPE: Don Álvaro, bien entiendo
vuestra prudencia; y pues hoy
aqueste lugar está
en ojeriza, yo quiero
excusar rigor más fiero;
y pues amanece ya,
orden doy, que en todo el día,
para que mayor no sea
el daño, de Zalamea
saquéis vuestra compañía.
Y estas cosas acabadas,
no vuelvan a ser, porque
la paz otra vez pondré,
¡voto a Dios!, a cuchilladas.
ÁLVARO: Digo que aquesta mañana
la compañía haré marchar.
(La vida me has de costar, Aparte
hermosísima villana.)
 
Vanse don ÁLVARO y los SOLDADOS  
 
CRESPO: (Caprichudo es el don Lope; Aparte
ya haremos migas los dos.)
LOPE: Veníos conmigo vos,
y solo ninguno os tope.
 
Vanse [todos]. Salen don MENDO y NUÑO herido
 
MENDO: ¿Es algo, Nuño, la herida?
NUÑO: Aunque fuera menor, fuera
de mí muy mal recibida,
y mucho más que quisiera
MENDO: Yo no he tenido en mi vida
mayor pena ni tristeza.
NUÑO: Yo tampoco.
MENDO: Que me enoje
es justo. ¿Que su fiereza
luego te dio en la cabeza?
NUÑO: Todo este lado me coge.
 
Tocan
 
MENDO: ¿Qué es esto?
NUÑO: La compañía
que hoy se va.
MENDO: Y es dicha mía,
pues con este cesarán
los celos del capitán.
NUÑO: Hoy se ha de ir en todo el día.
 
Salen don ÁLVARO y el SARGENTO  
 
ÁLVARO: Sargento, vaya marchando,
antes que decline el día,
con toda la compañía,
y con prevención que, cuando
se esconda en la espuma fría
del océano español
ese luciente farol,
en ese monte le espero,
porque hallar mi vida quiero
hoy en la muerte del sol.
SARGENTO: Calla, que está aquí un figura
del lugar.
MENDO: Pasar procura,
sin que entiendan mi tristeza.
No muestres, Nuño, flaqueza.
NUÑO: ¿Puedo yo mostrar gordura?
 
Vanse [don MENDO y NUÑO]  
 
ÁLVARO: Yo he de volver al lugar,
porque tengo prevenida
una crïada a mirar
si puedo por dicha hablar
a aquesta hermosa homicida.
Dádivas han granjeado,
que apadrine mi cuidado.
SARGENTO: Pues, señor, si has de volver,
mira que habrás menester
volver bien acompañado,
porque al fin no hay que fïar
de villanos.
ÁLVARO: Ya lo sé.
Algunos puedes nombrar
que vuelvan conmigo.
SARGENTO: Haré
cuanto me quieras mandar.
Pero, ¿si acaso volviese
don Lope, y te conociese
al volver?
ÁLVARO: Ese temor
quiso también que perdiese
en esta parte mi amor;
que don Lope se ha de ir
hoy también a prevenir
todo el tercio a Guadalupe;
que todo lo dicho supe,
yéndome ahora a despedir
de él; porque ya el Rey vendrá,
que puesto en camino está.
SARGENTO: Voy, señor, a obedecerte.
ÁLVARO: Que me va la vida, advierte.
 
Vase [el SARGENTO] y salen REBOLLEDO y la CHISPA  
 
REBOLLEDO: ¡Señor, albricias me da!
ÁLVARO: ¿De qué han de ser, Rebolledo?
REBOLLEDO: Muy bien merecerlas puedo,
pues solamente te digo...
ÁLVARO: ¿Qué?
REBOLLEDO: ...que ya hay un enemigo
menos a quien tener miedo.
ÁLVARO: ¿Quién es? Dilo presto.
REBOLLEDO: Aquel
mozo, hermano de Isabel.
Don Lope se le pidió
al padre, y él se le dio,
y va a la guerra con él.
En la calle le he topado
muy galán, muy alentado,
mezclando a un tiempo, señor,
rezagos de labrador
con primicias de soldado.
De suerte que el viejo es ya
quien pesadumbre nos da.
ÁLVARO: Todo nos sucede bien,
y más, si me ayuda quien
esta esperanza me da
de que esta noche podré
hablarla.
REBOLLEDO: No pongas duda.
ÁLVARO: Del camino volveré;
que ahora es razón que acuda
a la gente, que se ve
ya marchar. Los dos seréis
los que conmigo vendréis.
 
Vase [don ÁLVARO]  
 
REBOLLEDO: Pocos somos, vive Dios,
aunque vengan otros dos,
otros cuatro y otros seis.
CHISPA: Y yo, si tú has de volver
allá, ¿qué tengo de hacer?
Pues no estoy segura yo,
si da conmigo el que dio
al barbero que coser.
REBOLLEDO: No sé qué he de hacer de ti.
¿No tendrás ánimo, di,
de acompañarme?
CHISPA: ¿Pues no?
Vestido no tengo yo;
ánimo y esfuerzo, sí.
REBOLLEDO: Vestido no faltará;
que ahí otro del paje está
de jineta, que se fue.
CHISPA: Pues yo a la par pasaré con él.
REBOLLEDO: Vamos, que se va la bandera.
CHISPA: Y yo veo ahora
porque en el mundo he cantado...

Canta [la CHISPA]
   
"...que el amor del soldado
no dura un hora."
 
Vanse y salen don LOPE, Pedro CRESPO, y JUAN
 
LOPE: A muchas cosas os soy
en extremo agradecido;
pero, sobre todas, ésta
de darme hoy a vuestro hijo
para soldado, en el alma
os la agradezco y estimo.
CRESPO: Yo os le doy para crïado.
LOPE: Yo os le llevo para amigo;
que me ha inclinado en extremo
su desenfado y su brío,
y la afición a las armas.
JUAN: Siempre a vuestros pies rendido
me tendréis, y vos veréis
de la manera que os sirvo,
procurando obedeceros
en todo.
CRESPO: Lo que os suplico
es que perdonéis, señor,
si no acertare a serviros;
porque en el rústico estudio,
adonde rejas y trillos,
palas, azadas y bieldos
son nuestros mejores libros,
no habrá podido aprender
lo que en los palacios ricos
enseña la urbanidad
política de los siglos.
LOPE: Ya que va perdiendo el sol
la fuerza, irme determino.
JUAN: Veré si viene, señor,
la litera.
 
Vase [JUAN] y salen INÉS e ISABEL  
 
ISABEL: ¿Y es bien iros
sin despediros de quien
tanto desea serviros?
LOPE: No me fuera sin besaros
las manos y sin pediros
que liberal perdonéis
un atrevimiento digno
de perdón, porque no el precio
hace el don, sino el servicio.
Esta venera que, aunque
está de diamantes ricos
guarnecida, llega pobre
a vuestras manos, suplico
que la toméis y traigáis
por patena en nombre mío.
ISABEL: Mucho siento que penséis,
con tan generoso indicio,
que pagáis el hospedaje,
pues, de honra que recibimos,
somos los deudores.
LOPE: Esto
no es paga, sino cariño.
ISABEL: Por cariño, y no por paga,
solamente la recibo.
A mi hermano os encomiendo,
ya que tan dichoso ha sido
que merece ir por crïado
vuestro.
LOPE: Otra vez os afirmo
que podéis descuidar de él;
que va, señora, conmigo.
 
Sale JUAN  
 
JUAN: Ya está la litera puesta.
LOPE: Con Dios os quedad.
CRESPO: El mismo
os guarde.
LOPE: ¡Ah, buen Pedro Crespo!
CRESPO: ¡Oh, señor don Lope invicto!
LOPE: ¿Quién nos dijera aquel día
primero que aquí nos vimos,
que habíamos de quedar
para siempre tan amigos?
CRESPO: Yo lo dijera, señor,
si allí supiera, al oíros,
que erais...
LOPE: Decid por mi vida.
CRESPO: Loco de tan buen capricho.
 
Vase [don LOPE y habla Pedro CRESPO] a JUAN  
 
En tanto que se acomoda
el señor don Lope, hijo,
ante tu prima y tu hermana,
escucha lo que te digo.
Por la gracia de Dios, Juan,
eres de linaje limpio,
más que el sol, pero villano.
Lo uno y otro te digo;
aquello, porque no humilles
tanto tu orgullo y tu brío,
que dejes, desconfïado,
de aspirar con cuerdo arbitrio
a ser más; lo otro, porque
no vengas desvanecido
a ser menos. Igualmente
usa de entrambos designios
con humildad; porque, siendo
humilde, con cuerdo arbitrio
acordarás lo mejor
y como tal, en olvido
pondrás cosas, que suceden
al revés en los altivos.
¡Cuántos, teniendo en el mundo
algún defecto consigo,
le han borrado por humildes;
y cuántos, que no han tenido
defecto, se le han hallado,
por estar ellos mal vistos!
Sé cortés sobre manera;
sé liberal y partido,
que el sombrero y el dinero
son los que hacen los amigos;
y no vale tanto el oro
que el sol engendra en el indio
suelo, y que consume el mar,
como ser uno bienquisto.
No hables mal de las mujeres;
la más humilde, te digo,
que es digna de estimación;
porque al fin de ellas nacimos.
No riñas por cualquier cosa;
que cuando en los pueblos miro
muchos, que a reñir se enseñan,
mil veces entre mí digo:
"Aquesta escuela no es
la que ha de ser". Pues colijo
que no ha de enseñarse a un hombre
con destreza, gala y brío
a reñir, sino a por qué
ha de reñir; que yo afirmo
que, si hubiera un maestro solo
que enseñara prevenido,
no el cómo, el por qué se riña,
todos le dieran sus hijos.
Con esto y con el dinero
que llevas para el camino,
y para hacer, en llegando
de asiento, un par de vestidos,
al amparo de don Lope
y mi bendición, yo fío
en Dios, que tengo de verte
en otro puesto. Adiós, hijo;
que me enternezco en hablarte.
JUAN: Hoy tus razones imprimo
en el corazón, adonde
vivirán, mientras yo vivo.
Dame tu mano. Y tú, hermana,
los brazos; que ya ha partido
don Lope mi señor, y es
fuerza alcanzarlo.
ISABEL: Los míos
bien quisieran detenerte.
JUAN: Prima, adiós.
INÉS: Nada te digo
con la voz, porque los ojos
hurtan a la voz su oficio.
Adiós.
CRESPO: ¡Ea, vete presto!
Que cada vez que te miro,
siento más el que te vayas,
y ha de ser, porque lo he dicho.
JUAN: El cielo con todos quede.
 
Vase [JUAN]
   
CRESPO: El cielo vaya contigo.
ISABEL: ¡Notable crueldad has hecho!
CRESPO: Ahora,que no le miro,
hablaré más consolado.
¿Qué había de hacer conmigo
sino ser toda su vida
un holgazán, un perdido?
Váyase a servir al Rey.
ISABEL: Que de noche haya salido,
me pesa a mí.
CRESPO: Caminar
de noche por el estío,
antes es comodidad,
que fatigo; y es preciso
que a don Lope alcance luego
al instante. (Enternecido Aparte
me deja, cierto, el muchacho,
aunque en público me animo.)
ISABEL: Éntrate, señor, en casa.
INÉS: Pues sin soldados vivimos,
estémonos otro poco
gozando a la puerta el frío
viento que corre; que luego
saldrán por ahí los vecinos.
CRESPO: (A la verdad, no entro dentro Aparte
porque desde aquí imagino
como el camino blanquea
veo a Juan en el camino.)
Inés, sácame a esta puerta
asiento.
INÉS: Aquí está un banquillo.
ISABEL: Esta tarde diz que ha hecho
la villa elección de oficios.
CRESPO: Siempre aquí por el agosto
se hace.
 
Salen don ÁLVARO, el SARGENTO, REBOLLEDO, la
CHISPA y soldados

   
ÁLVARO: Pisad sin rüido.
Llega, Rebolledo, tú,
y da a la crïada aviso
de que ya estoy en la calle.
REBOLLEDO: Yo voy. Mas, ¿qué es lo que miro?
A su puerta hay gente.
SARGENTO: Y yo
en los reflejos y visos
que la luna hace en el rostro,
que es Isabel, imagino,
ésta.
ÁLVARO: Ella es; mas que la luna,
el corazón me lo ha dicho.
A buena ocasión llegamos.
Si ya, que una vez venimos,
nos atrevemos a todo,
buena venida habrá sido.
SARGENTO: ¿Estás para oír un consejo?
ÁLVARO: No.
SARGENTO: Pues ya no te lo digo.
Intenta lo que quisieres.
ÁLVARO: Yo he de llegar y atrevido
quitar a Isabel de allí.
Vosotros a un tiempo mismo
impedid a cuchilladas
el que me sigan.
SARGENTO: Contigo
venimos y a tu arden hemos
de estar.
ÁLVARO: Advertid, que el sitio
en que habemos de juntarnos
es ese monte vecino
que está a la mano derecha,
como salen del camino.
REBOLLEDO: ¡Chispa!
CHISPA: ¿Qué?
REBOLLEDO: Ten estas capas.
CHISPA: Que es del reñir, imagino,
la gala, el guardar la ropa,
aunque del nadar se dijo.
ÁLVARO: Yo he de llegar el primero.
CRESPO: Harto hemos gozado el sitio.
Entrémonos allá dentro.
ÁLVARO: Ya es tiempo. ¡Llegad, amigos!
ISABEL: ¡Ah, traidor! ¡Señor! ¿Qué es esto?
ÁLVARO: Es una furia, un delirio
de amor.
 
Llévanla  
 
ISABEL: ¡Ah, traidor! ¡Señor!
CRESPO: ¡Ah, cobardes!
INÉS: ¡Señor mío,
yo quiero aquí retirarme!
 
Vase [ISABEL]
   
CRESPO: Como echáis de ver, ¡ah, impíos!,
que estoy sin espada, aleves,
falsos y traidores!
REBOLLEDO: Idos,
si no queréis que la muerte
sea el último castigo.
CRESPO: ¿Qué importará, si está muerto
mi honor, el quedar yo vivo?
¡Ah, quién tuviera una espada!
Cuando sin armas te sido
es imposible. Ya airado
a ir por ella me animo.
¡Los he de perder de vista!
¿Qué he de hacer hados esquivos
que de cualquiera manera
es uno solo el peligro?
 
Sale INÉS con la espada
   
INÉS: Ésta, señor, es tu espada.
 
Vase [INÉS]
   
CRESPO: A buen tiempo la has traído.
Ya tengo honra, pues ya tengo
espada con que seguirlos.
Soltad la presa, traidores
cobardes, que habéis traído,
que he de cobrarla o la vida
he de perder.
 
Riñen  
 
SARGENTO: Vano ha sido
tu intento, que somos muchos.
CRESPO: Mis males son infinitos,
y riñen todos por mí.
Pero la tierra que piso
me ha faltado.
 
Cae [Pedro CRESPO]
 
REBOLLEDO: ¡Dale muerte!
SARGENTO: Mirad, que es rigor impío
quitarle la vida y honor;
mejor es en lo escondido
del monte dejarle atado,
porque no lleve el aviso.
 
Dentro [ISABEL]  
 
ISABEL: ¡Padre y señor!
CRESPO: Hija mía!
REBOLLEDO: Retírale, como has dicho.
CRESPO: Hija, solamente puedo
seguirte con mis suspiros.
 
Llévanle y sale JUAN
 
ISABEL: ¡Ay de mí!
JUAN: ¡Qué triste voz!
CRESPO: ¡Ay de mí!
JUAN: ¡Mortal gemido!
A la entrada de este monte
cayó mi rocín conmigo,
veloz corriendo, y yo ciego
por la maleza le sido.
Tristes voces a una parte,
y a otra míseros gemidos
escucho, que no conozco,
porque llegan mal distintos.
Dos necesidades son
las que apellidan a gritos
mi valor; y pues iguales,
a mi parecer, han sido,
y uno es hombre, otro mujer,
a seguir ésta me animo;
que así obedezco a mi padre
en dos cosas que me dijo:
"Reñir con buena ocasión,
y honrar la mujer." Pues miro
que así honro a la mujer,
y con buena ocasión riño.

Fin de la Segunda Jornada


Calderón de la Barca - El alcade de Zalamea
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