Calderón de la Barca - El alcalde de Zalamea (Jornada Tercera)
Jornada TerceraSale ISABEL como llorando |
Vanse. Salen don ÁLVARO con banda, como herido, y el SARGENTO ÁLVARO: Pues la herida no era nada, ¿por qué me hicisteis volver aquí? SARGENTO: ¿Quién pudo saber lo que era antes de curada? ÁLVARO: Ya la cura prevenida, hemos de considerar, que no es bien aventurar hoy la vida por la herida. SARGENTO: ¿No fuera mucho peor que te hubieras desangrado? ÁLVARO: Puesto que ya estoy curado, detenernos será error. Vámonos, antes que corra voz de que estamos aquí. ¿Están ahí los otros? SARGENTO: Sí. ÁLVARO: Pues la fuga nos socorra del riesgo de estos villanos, que, si se llega a saber que estoy aquí, habrá de ser fuerza apelar a las manos. Sale REBOLLEDO REBOLLEDO: La justicia aquí se ha entrado. ÁLVARO: ¿Qué tiene que ver conmigo justicia ordinaria? REBOLLEDO: Digo, que hasta aquí ha llegado. ÁLVARO: Nada me puede a mí estar mejor, llegando a saber que estoy aquí, y no temer a la gente del lugar; que la justicia es forzoso remitirme en esta tierra a mi consejo de guerra; con que, aunque el lance es penoso, tengo mi seguridad. REBOLLEDO: Sin duda se ha querellado el villano. ÁLVARO: Eso he pensado. Dentro ESCRIBANO: Todas las puertas tomad, y no me salga de aquí soldado que aquí estuviere; y al que salirse quisiere, matadle. Salen Pedro CRESPO con vara, el ESCRIBANO, y los que puedan ÁLVARO: Pues, ¿cómo así entráis? Mas... ¿qué es lo que veo? CRESPO: ¿Cómo no? A mi parecer la justicia ha menester más licencia, a lo que creo. ÁLVARO: La justicia, cuando vos de ayer acá lo seáis, no tiene, si lo miráis, que ver conmigo. CRESPO: Por Dios, señor, que no os alteréis; que sólo a una diligencia vengo, con vuestra licencia, aquí, y que solo os quedéis importa. A los soldados ÁLVARO: Salíos de aquí. Al ESCRIBANO y los otros CRESPO: Salíos vosotros también. Al escribano Con esos soldados ten gran cuidado. ESCRIBANO: Harélo así. Vanse [el ESCRIBANO, los soldados, y los labradores] CRESPO: Ya que yo, como justicia, me valí de su respeto, para obligaros a oírme, la vara a esta parte dejo, y como un hombre no más deciros mis penas quiero. Arrima la vara Y puesto que estamos solos, señor don Álvaro, hablemos más claramente los dos sin que tantos sentimientos como tiene encerrados en las cárceles del pecho acierten a quebrantar las prisiones del silencio. Yo soy un hombre de bien; que a escoger mi nacimiento, no dejara, es Dios Testigo, un escrúpulo, un defecto en mí, que suplir pudiera la ambición de mi deseo. Siempre acá entre mis iguales me he tratado con respeto. De mí hacen estimación el cabildo y el concejo. Tango muy bastante hacienda, porque no hay, gracias al cielo, otro labrador más rico en todos aquestos pueblos de la comarca. Mi hija se ha crïado, a lo que pienso, con la mejor opinión, virtud y recogimiento del mundo. Tal madre tuvo --téngala Dios en el cielo!-- ...Bien pienso que bastará, señor, para abono de esto, el ser rico, y no haber quien me murmure, ser modesto, y no haber quien me baldone; y mayormente viviendo en un lugar corto, donde otra falta no tenemos más que decir unos de otros las faltas y los defectos; y pluguiera a Dios, señor, que se quedara en saberlos. Si es muy hermosa mi hija, díganlo vuestros extremos, aunque pudiera, al decirlos, con mayores sentimientos llorar. Señor, ya esto fue mi desdicha. No apuremos toda la ponzoña al vado; quédese algo al sufrimiento. No hemos de dejar, señor, salirse con todo al tiempo; algo hemos de hacer nosotros para encubrir sus defectos. Éste ya veis si es bien grande, pues aunque encubrirle quiero, no puedo; que sabe Dios, que a poder estar secreto y sepultado en mí mismo, no viniera a lo que vengo; que todo esto remitiera, por no hablar, al sufrimiento. Deseando pues remediar agravio tan manifiesto, buscar remedio a mi afrenta, es venganza, no es remedio; y vagando de uno en otro, uno solamente advierto, que a mí me está bien y a vos no mal; y es, que desde luego os toméis toda mi hacienda, sin que para mi sustento ni el de mi hijo, a quien yo traeré a echar a los pies vuestros, reserve un maravedí, sino quedarnos pidiendo limosna, cuando no haya otro camino, otro medio con que poder sustentarnos. Y si queréis desde luego poner una S y un clavo hoy a los dos y vendernos, será aquesta cantidad más del dote que os ofrezco. Restaurad una opinión que habéis quitado. No creo, que desluzcáis vuestro honor porque los merecimientos, que vuestros hijos, señor, perdieren, por ser mis nietos, ganarán con más ventaja, señor, con ser hijos vuestros. En Castilla, el refrán dice que el caballo--y es lo cierto-- lleva la silla. Mirad, Híncase de rodillas que a vuestros pies os lo ruego de rodillas y llorando sobre estas canas que el pecho, viendo nieve y agua, piensa, que se me estás derritiendo. ¿Qué os pido? Un honor os pido, que me quitasteis vos mesmo; y con ser mío, parece, según os lo estoy pidiendo con humildad, que no os pido lo que es mío, sino vuestro. Mirad, que puedo tomarle por mis manos, y no quiero, sino que vos me los deis. ÁLVARO: (¡Ya me falta el sufrimiento!) Aparte Viejo cansado y prolijo, agradeced que no os doy la muerte a mis manos hoy, por vos y por vuestro hijo; porque quiero que debáis no andar con vos más crüel a la beldad de Isabel. Si vengar solicitáis por armas vuestra opinión, poco tengo que temer; si por justicia ha de ser, no tenéis jurisdicción. CRESPO: ¿Que en fin no os mueve mi llanto? ÁLVARO: Llantos no se han de creer de viejo, niño y mujer. CRESPO: ¿Que no pueda dolor tanto mereceros un consuelo? ÁLVARO: ¿Qué más consuelo queréis, pues con la vida volvéis? CRESPO: Mirad que echado en el suelo mi honor a voces os pido. ÁLVARO: ¡Qué enfado! CRESPO: Mirad que soy alcalde en Zalamea hoy. ÁLVARO: Sobre mí no habéis tenido jurisdicción. Es consejo de guerra enviará por mí. CRESPO: ¿Es eso os resolvéis? ÁLVARO: Sí, caduco y cansado viejo. CRESPO: ¿No hay remedio? ÁLVARO: El de callar es el mejor para vos. CRESPO: ¿No otro? ÁLVARO: No. CRESPO: Pues, ¡juro a Dios, [Levántase y] toma la vara que me lo habéis de pagar! ¡Hola! Salen el ESCRIBANO y los villanos ESCRIBANO: ¿Señor? ÁLVARO: ¿Qué querrán estos villanos hacer? ESCRIBANO: ¿Qué es lo que manda? CRESPO: Prender mando al señor capitán. ÁLVARO: ¡Buenos son vuestros extremos! Con un hombre como yo, en servicio del Rey, no se puede hacer. CRESPO: Probaremos. De aquí, si no es preso o muerto, no saldréis. ÁLVARO: Yo os apercibo que soy un capitán vivo. CRESPO: ¿Soy yo acaso alcalde [tuerto]? Daos al instante a prisión. ÁLVARO: (No me puedo defender Aparte fuerza es dejarme prender.) Al Rey de esta sinrazón me quejaré. CRESPO: Yo también de esa otra; y aun bien que está cerca de aquí, y nos oirá a los dos. Dejar es bien esa espada. ÁLVARO: No es razón, que... CRESPO: ¿Cómo no, si vais preso? ÁLVARO: Tratad con respeto. CRESPO: Eso está muy puesto en razón. Al ESCRIBANO Con respeto le llevad a las casas en efeto del concejo, y con respeto un par de grillos le echad y una cadena, y tened con respeto gran cuidado, que no hable a ningún soldado. Y a todos también poned en la cárcel, que es razón, y aparte, porque después con respeto a todos tres les tomen la confesión. Aparte a don ÁLVARO Y aquí, para entre los dos si hallo harto paño, en efeto con muchísimo respeto os he de ahorcar, ¡juro a Dios! ÁLVARO: ¡Ah, villanos con poder! Llévanle preso. Vanse. Salen REBOLLEDO, la CHISPA, el ESCRIBANO y CRESPO ESCRIBANO: Este paje, este soldado, son los que mi cüidado sólo ha podido prender; que otro se puso en hüida. CRESPO: Éste el pícaro es que canta. Con un paso de garganta no ha de hacer otro en su vida. REBOLLEDO: ¿Pues qué delito es, señor, el cantar? CRESPO: Que es virtud siento, y tanto, que un instrumento tengo en que cantéis mejor. Resolveos a decir... REBOLLEDO: ¿Qué? CRESPO: ...cuanto anoche pasó... REBOLLEDO: Tu hija, mejor que yo lo sabe. CRESPO: ...o has de morir. CHISPA: Rebolledo, determina negarlo punto por punto; serás, si niegas, asunto para una jacarandina que cantaré. CRESPO: ¿A vos, después, quién otra os ha de cantar? CHISPA: A mí no me pueden dar tormento. CRESPO: Sepamos, pues, por qué. CHISPA: Esto es cosa asentada, y que no hay ley que tal mande. CRESPO: ¿Qué causa tenéis? CHISPA: Bien grande. CRESPO: ¡Decid, cuál! CHISPA: Estoy preñada. CRESPO: (¿Hay cosa más grande? Aparte Mas la cólera me inquieta.) ¿No sois paje de jineta? CHISPA: No, señor, sino de brida. CRESPO: Resolveos a decir vuestros dichos. CHISPA: Sí, diremos y aún más de los que sabemos; que peor será morir. CRESPO: Eso excusará a los dos del tormento. CHISPA: Si es así, pues para cantar nací, he de cantar, ¡vive Dios! Cantan "¡Tormento me quieren dar!" REBOLLEDO: "Y, ¿qué quieren darme a mí?" CRESPO: ¿Qué hacéis? CHISPA: Templar desde aquí pues que vamos a cantar. Vanse. Sale JUAN JUAN: Desde que al traidor herí en el monte, desde que riñendo con él, porque llegaron tantos, volví la espalda, el monte he corrido, la espesura he penetrado, y a mi hermana no he encontrado. En efecto, me he atrevido a venirme hasta el lugar y entrar dentro de mi casa, donde todo lo que pasa a mi padre he de contar. Veré lo que me aconseja que haga, cielos, en favor de mi vida y de mi honor. Salen ISABEL e INÉS INÉS: Tanto sentimiento deja; que vivir tan afligida, no es vivir, matarte es. ISABEL: Pues, ¿quién te ha dicho, ¡ay Inés!, que no aborrezco la vida? JUAN: Diré a mi padre... ¡ay de mí! ¿No es ésta Isabel? Es llano, pues, ¿qué espero? Saca la daga INÉS: ¡Primo! ISABEL: ¡Hermano! ¿Qué intentas? JUAN: Vengar así la ocasión en que hoy has puesto mi vida y mi honor. ISABEL: ¡Advierte!... JUAN: Tengo de darte la muerte, ¡viven los cielos! |
Sale Pedro CRESPO [con la vara] Fin de la Comedia |
