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Siglo de Oro

Barroco Literario en España

Siglo XVII: Literatura española del Barroco y Siglo de Oro

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El siglo XVII y el auge de las premisas barrocas coincidieron en España con un brillante y fecundo período literario que dio en llamarse Siglo de Oro. Estéticamente, el barroco se caracterizó, en líneas generales, por la complicación de las formas y el predominio del ingenio y el arte sobre la armonía de la naturaleza, que constituía el ideal renacentista.

Entre los rasgos más significativos del barroco literario español resulta relevante la contraposición entre dos tendencias denominadas conceptismo y culteranismo, cuyos máximos representantes fueron, respectivamente, Francisco de Quevedo y Luís de Góngora. Los conceptistas se preocupaban esencialmente por la comprensión del pensamiento en mínimos términos conceptuales a través de contrastes, elipsis y otras y otras figuras literarias. Por el contrario, los culteranos buscaban la delectación de una minoría culta mediante el recurso a metáforas, giros e hipérboles, con modificación de las estructuras fraseológicas, en busca del máximo preciosismo. Característica del barroco hispánico fue también la contraposición entre realismo e idealismo, que alcanzó su máxima expresión en la que estaría llamada a convertirse en una de las cumbres de la literatura universal, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (primera parte, 1605; segunda, 1615), de Miguel de Cervantes.

En toda la obra poética de la Góngora, figura destacada del culteranismo, se halló presente el brillante estilo que lo hizo famoso, cargado de neologismos y complicadas metáforas. Más sencillo en su primera etapa, a partir de los poemas mayores -Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y Soledades (1613)- se acentuaron sus artificios y el carácter culto y minoritario de su poesía. Fue ensalzado por unos y ferozmente atacado por otros en su época. Entre los más sobresalientes seguidores de Góngora se cuentan Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, autor del poema mitológico La gloria de Niquea (1622), y Pedro Soto de Rojas.

Como el de Góngora, el estilo de Quevedo es estructuralmente complejo, aunque utilizó siempre un lenguaje llano y no vaciló en ocasiones en recurrir a un tono procaz y brutal. Los temas que lo inspiraron fueron muy variados: morales, satíricos, religiosos, de amor, etc., y en el desarrollo de todos ellos subyace una concepción angustiada de la condición humana, común a obras tales como la novela picaresca titulada La vida del Buscón, llamado don Pablos (1626), o la alegoría Sueños (1627).

En esta época se distinguió además una línea clasicista diferenciada en dos corrientes básicas: la escuela sevillana, en la que destacó Rodrigo Caro, y la escuela aragonesa, cuyos representantes de mayor entidad fueron los hermanos Bartolomé Leonardo y Lupercio Leonardo de Argen sola, cultivadores de una lírica doctrinal y moralizante.

En el ámbito de la prosa narrativa del período barroco halló su marco la figura de Miguel de Cervantes Saavedra, autor también de poemas y comedias, que ha sido considerado unánimemente como la gran figura a lo largo de la gestación y la evolución de las letras españolas. En el Quijote, Cervantes creó el prototipo a partir del cual nacería al novela moderna. Concebida en principio para satirizar las novelas de caballerías, los dos protagonistas de la obra, don Quijote y Sancho, han perdurado como símbolos de dos visiones enfrentadas del mundo: la idealista y la realista.

Otras obras relevantes de Cervantes, siempre ensombrecidas por la universal dimensión del Quijote, fueron las Novelas ejemplares (1613) y Los trabajos de Persiles y Segismunda, novela publicada póstumamente en 1617.

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