Informe sobre la Ley Agraria - Gaspar Melchor de Jovellanos

:: Informe sobre la Ley Agraria ::
Informe de la sociedad económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de ley agraria, extendido por su individuo de número el señor don Gaspar Melchor de Jovellanos, a nombre de la junta encargada de su formacion.Preliminares | Primera Clase | Segunda Clase
Tercera Clase | Conclusiones

:: Conclusión ::

Tales son, Señor, los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen a los progresos del cultivo, y tales los medios que en dictamen de la Sociedad son necesarios para dar el mayor impulso al interés de sus agentes y para levantar la agricultura a la mayor prosperidad. Sin duda que Vuestra Alteza necesitará de toda su constancia para derogar tantas leyes, para desterrar tantas opiniones, para acometer tantas empresas y para combatir a un mismo tiempo tantos vicios y tantos errores; pero tal es la suerte de los grandes males, que solo pueden ceder a grandes y poderosos remedios.

Los que propone la Sociedad piden un esfuerzo tanto más vigoroso cuanto su aplicación debe ser simultánea, so pena de exponerse a mayores daños. La venta de las tierras comunes llevaría a manos muertas una enorme porción de propiedad si la ley de amortización no precaviese este mal. Sin esta ley, la prohibición de vincular y la disolución de los pequeños mayorazgos sepultarían insensiblemente en la amortización eclesiástica aquella inmensa porción de propiedad que la amortización civil salvó de su abismo. ¿De qué servirán los cerramientos si subsisten el sistema de protección parcial y los privilegios de la ganadería? ¿De qué los canales de riego si no se autorizan los cerramientos? La construcción de puertos reclama la de caminos; la de caminos, la libre circulación de frutos, y esta circulación un sistema de contribuciones compatible con los derechos de la propiedad y con la libertad del cultivo. Todo, Señor, está enlazado en la política como en la naturaleza, y una sola ley, una providencia mal a propósito dictada ó imprudentemente sostenida puede arruinar una nación entera, así como una chispa encendida en las entrañas de la tierra produce la convulsión y horrendo estremecimiento que trastornan inmensa porción de su superficie.

Pero si es necesario tan grande y vigoroso esfuerzo, también la grandeza del mal, la urgencia del remedio y la importancia de la curación lo merecen y exigen de la sabiduría de Vuestra Alteza. No se trata menos que de abrir la primera y más abundante fuente de la riqueza pública y privada, de levantar la nación a la más alta cima del esplendor del poder y de conducir los pueblos confiados a la vigilancia de Vuestra Alteza al último punto de la humana felicidad. Situados en el corazón de la culta Europa , sobre un suelo fértil y extendido y bajo la influencia de un clima favorable para las más varias y preciosas producciones; cercados de los dos mayores mares de la tierra y hermanados por su medio con los habitadores de las más ricas y extendidas colonias, basta que Vuestra Alteza remueva con mano poderosa los estorbos que se oponen a su prosperidad para que gocen aquella venturosa plenitud de bienes y consuelos a que parecen destinados por una visible providencia. Trátase, Señor, de conseguir tan sublime fin no por medio de proyectos quiméricos sino por medio de leyes justas; trátase más de derogar y corregir que no de mandar y establecer; trátase solo de restituir la propiedad de la tierra y del trabajo a sus legítimos derechos, y de restablecer el imperio de la justicia sobre el imperio del error y las preocupaciones envejecidas; y este triunfo, Señor, será tan digno del paternal amor de nuestro soberano a los pueblos que le obedecen como del patriotismo y de las virtudes pacíficas de Vuestra Alteza. Busquen, pues, su gloria otros cuerpos políticos en la ruina y en la desolación, en el trastorno del orden social y en aquellos feroces sistemas que con título de reformas prostituyen la verdad, destierran la justicia y oprimen y llenan de rubor y de lágrimas a la desarmada inocencia, mientras tanto que Vuestra Alteza, guiado por su profunda y religiosa sabiduría, se ocupa solo en fijar el justo límite que la razón eterna ha colocado entre la protección y el menosprecio de los pueblos.

Dígnese, pues, Vuestra Alteza de derogar de un golpe las bárbaras leyes que condenan a perpetua esterilidad tantas tierras comunes; las que exponen la propiedad particular al cebo de la codicia y de la ociosidad; las que, prefiriendo las ovejas a los hombres, han cuidado más de las lanas que los visten que de los granos que los alimentan; las que, estancando la propiedad privada en las eternas manos de pocos cuerpos y familias poderosas, encarecen la propiedad libre y sus productos y alejan de ella los capitales y la industria de la nación; las que obran el mismo efecto encadenando la libre contratación de los frutos, y las que, gravándolos directamente en su consumo, reúnen todos los grados de funesta influencia de todas las demás. Instruya Vuestra Alteza a la clase propietaria en aquellos útiles conocimientos sobre que se apoya la prosperidad de los Estados, y perfeccione en la clase laboriosa el instrumento de su instrucción para que pueda derivar alguna luz de las investigaciones de los sabios. Por último, luche Vuestra Alteza con la naturaleza, y si puede decirse así, oblíguela a ayudar a los esfuerzos del interés individual, ó por lo menos a no frustrarlos. Así es como Vuestra Alteza podrá coronar la grande empresa en que trabaja tanto tiempo ha; así es como corresponderá a la expectación pública y como llenará aquella íntima y preciosa confianza que la nación tiene y ha tenido siempre en su celo y sabiduría; y así es, en fin, como la Sociedad, después de haber meditado profundamente esta materia, después de haberla reducido a un solo principio tan sencillo como luminoso, después de haber presentado con la noble confianza que es propia de su instituto todas las grandes verdades que abraza, podrá tener la gloria de cooperar con Vuestra Alteza al restablecimiento de la agricultura y a la prosperidad general del Estado y de sus miembros.