Calderón de la Barca - La Dama Duende (Acto Primero)
Segundo Acto Salen doña ÁNGELA, |
Sale COSME COSME: Señor, ¿qué hay de dueño? ¿Acaso hasle visto por acá? Que de saber que no está allá, me holgaré. MANUEL: Habla paso. COSME: Que tengo mucho que hacer en nuestro cuarto y no puedo entrar. MANUEL: ¿Pues, qué tienes? COSME: Miedo. MANUEL: ¿Miedo un hombre ha de tener? COSME: No le ha de tener, señor. Pero ve aquí que le tiene porque al suceso conviene. MANUEL: Deja aqueste necio humor y lleva luz, porque tengo de disponer de escribir y esta noche he de salir de Madrid. COSME: A eso me atengo pues dices con eso aquí que tienes miedo al suceso. MANUEL: Antes te he dicho con eso que no hago caso de ti. Pues de otras cosas me acuerdo que son diferentes. Cuando en éstas me estás hablando, el tiempo, en efecto, pierdo. En tanto que me despido de don Juan, ten luz. Vase COSME: Sí haré. Luz al duende llevaré que es hora que sea servido y no esté a escuras. Aquí ha de haber una cerilla en aquella lamparilla que está murmurando allí. Encenderla agora puedo. ¡Oh qué prevenido soy! Y entre éstas y esotras voy titiritando de miedo. Vase y sale ISABEL por la alacena con una azafate cubierto ISABEL: Fuera están, que así el crïado me lo dijo. Ahora es tiempo de poner este azafate de ropa blanca en el puesto señalado. ¡Ay de mí, triste! Que como es de noche tengo con la grande oscuridad de mí misma asombro y miedo. ¡Válgame Dios, que temblando estoy! El duende primero soy que se encomienda a Dios. No hallo el bufete. ¿Qué es esto? Con la turbación y espanto perdí de la sala el tiento. No sé donde estoy ni hallo la mesa. ¿Qué he de hacer, cielos? Si no acertase a salir y me hallasen aquí dentro, dábamos con todo el caso al traste. Gran temor tengo, y más agora, que abrir la puerta del cuarto siento; y trae luz el que la abre. Aquí dio fin el suceso que ya ni puedo esconderme ni volver a salir puedo. Sale COSME con luz COSME: Duende mi señor, si acaso obligan los rendimientos a los duendes bien nacidos, humildemente le ruego que no se acuerde de mí en sus muchos embelecos, y esto por cuatro razones. La primera, yo me entiendo. Va andando e ISABEL detrás de él huyendo de que no la vea La segunda, usted lo sabe. La tercera, por aquello de que al buen entendedor. La cuarta, por estos versos. "Señor, dama duende, duélase de mí que soy niño y solo y nunca en tal me vi." ISABEL: Ya con la luz he cobrado el tino del aposento, y él no me ha visto. Si aquí se la mato, será cierto que mientras la va a encender salir a mi cuarto puedo; que cuando sienta el rüido no me verá por lo menos y, a dos daños el menor. COSME: ¿Qué gran músico es el miedo! ISABEL: Esto ha de ser de esta suerte. Dale un porrazo y mátale la luz COSME: ¡Verbo caro fiteor Deo! ¡Que me han muerto! ISABEL: Ahora podré escaparme. Al querer huír ISABEL, sale don MANUEL MANUEL: ¿Qué es aquesto? Cosme, ¿cómo estás sin luz? COSME: Como a los dos nos ha muerto la luz el duende de un soplo y a mí de un golpe. MANUEL: Tu miedo te hará creer esas cosas. COSME: Bien a mi costa las creo. ISABEL: (¡Oh, si la puerta topase!) Aparte MANUEL: ¿Quién está aquí? Topa ISABEL con don MANUEL y él la tiene del azafate ISABEL: (Peor es esto; Aparte que con el amo he encontrado.) MANUEL: Trae luz, Cosme, que ya tengo a quién es. COSME: Pues, no le sueltes. MANUEL: No haré. Ve por ella presto. COSME: Tenle bien. Vase ISABEL: (Del azafate Aparte asió. En sus manos le dejo. Hallé la alacena. ¡Adiós! Vase, y él tiene el azafate MANUEL: Quienquiera que es, se está quedo hasta que traigan la luz porque si no, ¡vive el cielo!, que le dé de puñaladas. Pero sólo abrazo el viento y topo sólo una cosa de ropa, y de poco peso. ¿Qué será? ¡Válgame Dios! ¡Que en más confusión me ha puesto! Sale COSME con luz COSME: Téngase el duende a la luz. Pues, ¿qué es de él? ¿No estaba preso? ¿Qué se hizo? ¿Dónde está? ¿Qué es esto, señor? MANUEL: No acierto a responder. Esta ropa me ha dejado, y se fue huyendo. COSME: ¿Y qué dices de este lance? Aún bien que agora tú mesmo dijiste que le tenías y se te fue por el viento. MANUEL: Diré que aquesta persona, que con arte y con ingenio entra y sale aquí, esta noche estaba encerrada dentro, que para poder salir te mató la luz y luego me dejó a mí el azafate y se me ha escapado huyendo. COSME: ¿Por dónde? MANUEL: Por esa puerta. COSME: Harásme que pierda el seso. ¡Vive Dios!, que yo le vi a los últimos reflejos que al pavesa dejó de la luz que me había muerto. MANUEL: ¿Qué forma tenía? COSME: Era un fraile tamañito, y tenía puesto un cucurucho tamaño que por estas señas creo que era duende capuchino. MANUEL: ¡Qué de cosas hace el miedo! Alumbra aquí y lo que trujo el frailecito veremos. Ten este azafate tú. COSME: ¿Yo? ¿Azafates del infierno? MANUEL: Tenle pues. COSME: Tengo las manos sucias, señor, con el sebo de la vela, y mancharé el tafetán, que cubierto le tiene. Mejor será que le pongas en el suelo. MANUEL: Ropa blanca es, y un papel. Veamos si el fraile es discreto. Lee "En el poco tiempo que ha que vivís en esta casa, no se ha podido hacer más ropa. Como se fuere haciendo, se irá llevando. A lo que decís del amigo, persuadido a que soy dama de don Luis, os aseguro que no sólo [no] lo soy, pero que no puedo serlo. Y esto dejo para la vista, que será presto. Dios os guarde." Bautizado está este duende pues de Dios se acuerda. COSME: ¿Veslo? ¿Cómo hay duende religioso? MANUEL: Muy tarde es. Ve componiendo las maletas y cojines y en una bolsa pon estos Dale unos papeles papeles, que son el todo a que vamos, que yo intento en tanto dejar respuesta a mi duende. Pónelos sobre una silla y don MANUEL escribe COSME: Aquí los quiero, para que no se me olviden y estén a mano, ponerlos mientras me detengo un rato solamente a decir esto. ¿Has creído ya que hay duendes? MANUEL: ¡Qué disparate tan necio! COSME: ¿Esto es disparate? ¿Ves tú mismo tantos efectos como venirse a tus manos un regalo por el viento, y aún dudas? Pero bien haces si a ti te va bien con eso; mas déjame a mí que yo, que peor partido tengo, lo crea. MANUEL: ¿De qué manera? COSME: De esta manera lo pruebo. Si nos revuelven la ropa, te ríes mucho de verlo, y yo soy quien la compone que no es trabajo pequeño. Si a ti te dejan papeles y te llevan dos conceptos, a mí me dejan carbones y se llevan mi dinero. Si traen dulces, tu te huelgas como un padre de comerlos y yo ayuno como un puto pues ni los toco ni veo. Si a ti te dan las camisas, las valonas y pañuelos, a mí los sustos me dan de escucharlo y de saberlo. Si, cuando los dos venimos aquí casi a un mismo tiempo, te dan a ti un azafate tan aseado y compuesto, a mí me da un mojicón en aquestos pestorejos tan descomunal y grande que me hace escupir los sesos. Para ti sólo, señor, es el gusto y el provecho, para mí el susto y el daño; y tiene el duende en efecto para ti mano de lana, para mí mano de hierro. Pues, déjame que lo crea, que se apura el sufrimiento, queriendo negarle a un hombre lo que está pasando y viendo. MANUEL: Has las maletas y vamos; que allá en el cuarto te espero de don Juan. COSME: Pues, ¿qué hay que hacer, si allá vestido de negro has de andar, y esto se hace con tomar un herreruelo? MANUEL: Deja cerrado y la llave lleva, que si en este tiempo hiciera falta, otra tiene don Juan. Confuso me ausento por no llevar ya sabido esto que ha de ser tan presto; pero no importa al honor de mi casa y de mi aumento, y otro solamente a un gusto, y así entre los dos extremos donde el honor es lo más, todo lo demás en menos. Vanse. Salen doña ÁNGELA, doña BEATRIZ e ISABEL ÁNGELA: ¿Eso te ha sucedido? ISABEL: Ya todo el embeleco vi perdido porque si allí me viera fuerza, señora, fuera el descubrirse todo, pero en efecto me escapé del modo que te dije. ÁNGELA: Fue extraño suceso. BEATRIZ: Y ha de dar fuerza al engaño. ¡Sin haber visto gente ver que dé un azafate y que se ausente. ÁNGELA: Si tras de esto consigo que me vea del modo que te digo, no dudo de que pierda el juicio. BEATRIZ: La atención más grave y cuerda es fuerza que se espante, Ángela, con suceso semejante. Porque querer llamarle sin saber dónde viene y que se halle luego con una dama tan hermosa, tan rica y de tal fama sin que sepa quién es, ni dónde vive, --que esto es lo que tu ingenio se apercibe-- y haya tapado y ciego de volver a salir y dudar luego, ¿a quién no ha de admirar? ÁNGELA: Todo advertido está ya, y por estar tú aquí no ha sido hoy la noche primera, que ha de venir a verme. BEATRIZ: ¿No supiera yo callar el suceso de tu amor? ÁNGELA: Que no prima, no es por eso, sino que estando en casa tú, como a mis hermanos les abrasa tu amor, no salen de ella, adorando los rayos de tu estrella, y fuera aventurarme no ausentándose ellos, empeñarme. Sale don LUIS al paño LUIS: ¡Oh cielos! ¿Quién pudiera disimular su afecto? ¿Quién pusiera límite al pensamiento, freno a la voz, y ley al sentimiento? Pero ya que conmigo tan poco puedo que esto no consigo, desde aquí he de ensayarme a vencer mi pasión, y reportarme. BEATRIZ: Yo diré de que suerte se podrá disponer, para no hacerte mal tercio y para hallarme aquí, porque sintiera el ausentarme sin que el efecto viera que deseo. ÁNGELA: Pues di, ¿de qué manera? LUIS: ¿Qué es lo que las dos tratan que de su mismo aliento se recatan? BEATRIZ: Las dos publicaremos que mi padre envió por mí, y haremos la deshecha con modos que, teniéndome ya por ida todos, vuelva a quedarme en casa. LUIS: ¿Qué es esto, cielos? ¡Que en mi agravios pasa! BEATRIZ: Y oculta con secreto sin estorbos podré ver el efecto... LUIS: ¿Qué es esto, cielo injusto? BEATRIZ: ...que ha de ser para mí de tanto gusto. ÁNGELA: Y luego, ¿qué diremos de verte aquí otra vez? BEATRIZ: Pues, ¿no tendremos --qué mal eso te admira-- ingenio para hacer otra mentira? LUIS: Sí, tendréis. ¿Qué esto escucho? Con nuevas penas y tormentos lucho. BEATRIZ: Con esto, sin testigos y en secreto de este notable amor veré el efecto, pues estando escondida yo, y estando la casa recogida, sin escándalo arguyo que pasar pueda de su cuarto al tuyo. LUIS: Bien claramente infiero --cobarde vivo y atrevido muero-- su intención. Más dichoso mi hermano la merece. Estoy celoso. A darle se prefiere la ocasión que desea, y así quiere que de su cuarto pase sin que nadie lo sepa, y yo me abrase. Y porque sin testigos se logren --¡oh, enemigos!-- mintiendo mi sospecha, quiere hacer conmigo la deshecha. Pues si esto es así, cielo, para el estorbo de su amor apelo. Y cuando esté escondida, buscando otra ocasión, con atrevida resolución veré toda la casa hasta hallarla, que el fuego que me abrasa ya no tiene otro medio; que el estorbar es último remedio de un celoso. Valedme, santos cielos, que abrasado de amor, muero de celos. Vase ÁNGELA: Está bien prevenido y mañana diremos que te has ido. Sale don JUAN JUAN: ¿Hermana, Beatriz bella? BEATRIZ: Ya te echábamos menos. JUAN: ¿Si mi estrella tantas dichas mejora que me eche menos vuestro sol, señora? De mí mismo envidioso tendré mi mismo bien por sospechoso; que posible no ha sido que os haya merecido mi amor ese cuidado, y así de mí envidioso y envidiado tendré en tan dulce abismo yo lástima, y envidia de mí mismo. BEATRIZ: Contradecir no quiero argumento, don Juan, tan lisonjero que quien ha dilatado tanto el venirme a ver y me ha olvidado, ¿quién duda que estaría bien divertido? Sí, y allí tendría envidia a su ventura y lástima, perdiendo la hermosura que tanto le divierte. Luego, claro se prueba de esta suerte, con cierto silogismo, la lástima y envidia de sí mismo. JUAN: Si no fuera ofenderme y ofenderos, intentara, Beatriz, satisfaceros con deciros que he estado con don Manuel, mi huésped, ocupado, agora en su partida porque se fue esta noche. ÁNGELA: ¡Ay de mi vida! JUAN: ¿De qué, hermana, es el susto? ÁNGELA: Sobresalta un placer como un disgusto. JUAN: Pésame que no sea placer cumplido el que tu pecho vea. Pues, volverá mañana. ÁNGELA: (Vuelva a vivir una esperanza vana.) Aparte Ya yo me había espantado que tan de paso nos venía el enfado que fue siempre importuno. JUAN: Yo no sospecho que te dé ninguno, sino que tú y don Luis mostráis disgusto por ser cosa en que yo he tenido gusto. ÁNGELA: No quiero responderte aunque tengo bien qué, y es por no hacerte mal juego siendo agora tercero de tu amor, pues nadie ignora que ejerce Amor las flores de fullero, mano a mano, mejor que con tercero. [Aparte a ISABEL] Vente, Isabel, conmigo que aquesta noche misma a traer me obligo el retrato, pues puedo pasar con más espacio y menos miedo. Tenme tú prevenida una luz, y en que pueda ir escondida, porque no ha de tener contra mi fama quien me escribe, retrato de otra dama. Vanse BEATRIZ: No creo que te debo tantas finezas. JUAN: Los quilates pruebo en su fe, porque es mucha, en un discurso. BEATRIZ: Dile. JUAN: Atiende, escucha. Bella Beatriz, mi fe es tan verdadera, mi amor tan firme, mi afición tan rara, que, aunque yo no quererte deseara, contra mi mismo afecto te quisiera. Estímate mi vida de manera que, a poder olvidarte, te olvidara porque después por elección te amara. Fuera gusto mi amor y no ley fuera. Quien quiere a una mujer, porque no puede olvidalla, no obliga con querella pues nada el albedrío la concede. Yo no puede olvidarte, Beatriz bella, y siento el ver que tan ufana quede con la victoria de tu amor mi estrella. BEATRIZ: Si la elección se debe al albedrío, y la fuerza al impulso de una estrella, voluntad más segura será aquélla que no viva sujeta a un desvarío. Y así de tus finezas desconfío, pues mi fe, que imposible atropella, si viera a mi albedrío andar sin ella, negara, ¡vive el cielo!, que era mío. Pues aquel breve instante que gastara en olvidar para volver a amarte sintiera que mi afecto me faltara. Y huélgome de ver que no soy parte para olvidarte, pues que no te amara el rato que tratara de olvidarte. |
Vanse y sale don MANUEL tras COSME que viene Fin del Segundo Acto |
