Calderón de la Barca - La Dama Duende (Acto Tercero)
Acto Tercero Sale don MANUEL como a escuras, guiándole ISABEL |
Sale ISABEL por la alacena ISABEL: (Volvióse a salir don Juan Aparte y porque a saber no llegue don Manuel adónde está, sacarle de aquí conviene.) ¡Ce, señor, ce! COSME: ¡Esto es peor! ¡Ceáticas son estas cees! ISABEL: Ya mi señor recogido queda. COSME: (¿Qué señor es éste?) Aparte Sale don MANUEL MANUEL: Éste es mi cuarto en efecto. ISABEL: ¿Eres tú? COSME: Sí, soy yo. ISABEL: Vente conmigo. MANUEL: Tú dices bien. ISABEL: No hay qué temer, nada esperes. COSME: Señor, ¡que el duende me lleva! Llévale [a COSME] ISABEL MANUEL: ¿No sabremos finalmente de donde nace este engaño? ¿No respondes? ¿Qué necio eres! ¿Cosme? ¿Cosme? ¡Vive el cielo que toco con las paredes! ¿Yo no hablaba aquí con él? ¿Dónde se desaparece tan presto? ¿No estaba aquí? Yo he de perder dignamente el juicio. Mas, pues es fuerza, que aquí otro cualquiera entre, he de averiguar por dónde; porque tengo de esconderme hasta averiguar quién es esta hermosa dama duende. Vase y salen todas las mujeres, una con luces, y otra con algunas cajas, y otra con un vidrio de agua ÁNGELA: Pues, a buscarte ha salido mi hermano, y pues Isabel a su mismo cuarto ha ido a traer a don Manuel, esté todo apercibido. Halle, cuando llegue aquí, la colación prevenida. Todas le esperad así. BEATRIZ: No he visto en toda mi vida igual cuento. ÁNGELA: ¿Viene? CRIADA: Sí, que ya siento sus pisadas. Sale ISABEL trayendo a COSME de la mano COSME: (Triste de mí, ¿dónde voy? Aparte Ya estas son burlas pesadas; mas no, pues mirando estoy bellezas tan extremadas. ¿Yo soy Cosme o Amadís? ¿Soy Cosmico o Belianís?) ISABEL: Ya viene aquí. ¿Mas qué veo? ¿Señor? COSME: (Ya mi engaño creo Aparte pues tengo el alma en un tris.) ÁNGELA: ¿Qué es esto, Isabel? ISABEL: Señora, donde a don Manuel dejé volviendo por él agora a su crïado encontré. BEATRIZ: Mal tu descuido se dora. ISABEL: Está sin luz. ÁNGELA: ¡Ay de mí! Todo está ya declarado. BEATRIZ: Más vale engañarle así. ¿Cosme? COSME: ¿Damiana? BEATRIZ: A este lado llegad. COSME: Bien estoy aquí. ÁNGELA: Llegad, no tengáis temor. COSME: ¿Un hombre de mi valor, temor? ÁNGELA: Pues, ¿qué es no llegar? [COSME habla] aparte y lléguese a ellas COSME: Ya no se puede excusar. En llegando al pundonor, respeto no puede ser sin ser espanto ni miedo, porque al mismo Lucifer temerle muy poco puedo. En hábito de mujer, alguna vez lo intentó y, para el ardid que fragua, cota enagua se vistió, que esto de cotilla enagua el demonio lo inventó, en forma de una doncella aseada, rica y bella a un pastor se apareció y él, así como la vio, se encendió en amores de ella. Gozó a la diabla, y después con su forma horrible y fea le dijo a voces, "¿No ves, mísero de ti, cuál sea desde el copete a los pies la hermosura que has amado? Desespera, pues has sido agresor de tal pecado." Y él, menos arrepentido que antes de haberla gozado, le dijo, "Si pretendiste, oh sombra fingida y vana, que desesperase un triste, vente por acá mañana en la forma que trujiste. Verásme amante y cortés, no menos que antes, después, y aguardarte en testimonio de que aún horrible no es en traje de hembra un demonio." ÁNGELA: Volved en vos y tomad una conserva y bebed; que los sustos causan sed. COSME: Yo no la tengo. BEATRIZ: Llegad, que habéis de volver, mirad, doscientas leguas de aquí. COSME: Cielos, ¿qué oigo? ÁNGELA: ¿Llaman? BEATRIZ: Sí. ISABEL: ¿Hay tormento más crüel? ÁNGELA: ¿Ay de mí triste! [Habla] dentro [don] LUIS LUIS: ¿Isabel? BEATRIZ: ¡Válgame el cielo! LUIS: Abre aquí. ÁNGELA: ¡Para cada susto tengo un hermano! ISABEL: ¡Trance fuerte! BEATRIZ: Yo me escondo. Vase COSME: Éste, sin duda, es el verdadero duende. ISABEL: Vente conmigo. COSME: Sí, haré. Vanse. Sale don LUIS ÁNGELA: ¿Qué es lo que en mi cuarto quieres? LUIS: Pesares míos me traen a estorbar otros placeres. Vi ya tarde en ese cuarto una silla, donde vuelve Beatriz. Y vi que mi hermano entró. ÁNGELA: Y en fin, ¿qué pretendes? LUIS: Como pisa sobre el mío, me pareció que había gente, y para desengañarme sólo he de mirarle y verle. Alza una antepuerta y topa con BEATRIZ ¡Beatriz! ¿Aquí estás? BEATRIZ: Aquí estoy, que hube de volverme porque al disgusto volvió mi padre, enojado siempre. LUIS: Turbadas estáis las dos. ¿Qué notable estrago es éste de platos, dulces y vidrios? ÁNGELA: ¿Para qué informarte quieres de lo que en estando a solas se entretienen las mujeres? Hacen ruido en la alacena ISABEL y COSME LUIS: ¿Y aquel ruido, qué es? ÁNGELA: (Yo muero.) Aparte LUIS: ¡Vive Dios, que allí anda gente! Ya no puede ser mi hermano quien se guarda de esta suerte. Aparta la alacena para entrar con luz ¡Ay de mí, cielos piadosos! Que queriendo neciamente estorbar aquí los celos que amor en mi pecho enciende, celos de honor averiguo. Luz tomaré, aunque imprudente, pues todo se halla con luz y el honor con luz se pierde. Vase ÁNGELA: ¡Ay, Beatriz, perdidas somos si le topa. BEATRIZ: Si le tiene en su cuarto ya, Isabel, en vano dudas y temes pues te asegura el secreto de la alacena. ÁNGELA: ¿Y si fuese tal mi desdicha que allí con la turbación no hubiese cerrado bien Isabel y él entrase allá? BEATRIZ: Ponerte en salvo será importante. ÁNGELA: De tu padre iré a valerme como él se valió de mí, porque, trocada la suerte, si a ti te trujo un pesar a mí otro pesar me lleve. Vanse. Salen por el alacena ISABEL y COSME, y por otra parte don MANUEL ISABEL: Entra presto. Vase [ISABEL] MANUEL: Ya otra vez en la cuadra siento gente. Sale don LUIS con luz LUIS: Yo vi un hombre, ¡vive Dios! COSME: Malo es esto. LUIS: ¿Cómo tienen desvïada esta alacena? COSME: Ya se ve luz. Un bufete que he topado aquí me valga. Escóndese MANUEL: Esto ha de ser de esta suerte. Echa mano LUIS: ¿Don Manuel? MANUEL: ¿Don Luis? ¿Qué es esto? ¿Quién vio confusión más fuerte? COSME: Oigan por donde se entró. Decirlo quise mil veces. LUIS: ¡Mal caballero, villano, traidor, fementido huésped, que al honor de quien te estima te ampara, te favorece, sin recato te aventuras y sin decoro te atreves! ¡Esgrime ese infame acero! MANUEL: Sólo para defenderme le esgrimiré, tan confuso de oírte, escucharte y verte, de oírme, verme y escucharme; que aunque a matarme te ofreces, no podrás, porque mi vida, hecha a prueba de crüeles fortunas, es inmortal. Ni podrás aunque lo intentes, darme la muerte, supuesto que el dolor no me da muerte que, aunque eres valiente tú, es el dolor más valiente. LUIS: No con razones me venzas sin con obras. MANUEL: Detente. Sólo hasta pensar si puedo, don Luis, satisfacerte. LUIS: ¿Qué satisfacciones hay si así agraviarme pretendes? Si en el cuarto de esta fiera, por ese cuarto que tienes entras, ¿hay satisfacciones a tanto agravio? MANUEL: Mil veces rompa esa espada mi pecho, don Luis, si eternamente supe de esta puerta o supe que paso a otro cuarto tiene. LUIS: Pues, ¿qué haces aquí encerrado sin luz? MANUEL: ¿Qué he de responderle? Un crïado espero. LUIS: Cuando yo te he visto esconder, ¿quieres que mientan mis ojos? MANUEL: Sí, que ellos engaños padecen más que otro sentido. LUIS: Y cuando los ojos mientan, ¿pretendes que también mienta el oído? MANUEL: También. LUIS: ¿Todos al fin mienten? ¿Tú solo dices verdad? ¡Y eres tú solo el que...! MANUEL: Tente. Porque aún antes que lo digas que lo imagines y pienses, te habré quitado la vida. Y ya arrestada la suerte primero soy yo. Perdonen de amistad honrosas leyes. Y pues ya es fuerza reñir, riñamos como se debe. Parte entre los dos la luz que nos alumbre igualmente. Cierra después esa puerta por donde entraste imprudente, mientras que yo cierro esta otra, y agora en el suelo se eche la llave para que salga el que con la vida quede. LUIS: Yo cerraré la alacena por aquí con un bufete porque no puedan abrirla por allá cuando lo intenten. Topa con COSME COSME: Descubrióse la tramoya. LUIS: ¿Quién está aquí? MANUEL: (Dura suerte Aparte es la mía.) COSME: No está nadie. LUIS: Dime, don Manuel, ¿es éste el crïado que esperabas? MANUEL: Ya no es tiempo de hablar éste. Yo sé que tengo razón. Creed de mí lo quisiereis que con la espada en la mano sólo ha de vivir quien vence. COSME: ¡Ea, pues, reñid los dos! ¿Qué esperáis? MANUEL: Mucho me ofendes. Si eso presumes de mí, pensando estoy que ha de hacerle del crïado. Porque echarle es enviar quien lo cuente y tenerle aquí ventaja pues es cierto ha de ponerse a mi lado. COSME: No haré tal si es ése el inconveniente. LUIS: Puerta tiene aquesa alcoba y como en ella se cierre, quedaremos más iguales. MANUEL: Dices bien. Entra a esconderte. COSME: Para que yo riña, haced diligencias tan urgentes; que para que yo no riña cuidado excusado es ése. Vase MANUEL: Ya estamos solos [los] dos. Riñen LUIS: Pues nuestro duelo comience. MANUEL: No vi más templado pulso. Desguarnécese la espada [de don LUIS] LUIS: No vi pujanza más fuerte. Sin armas estoy. Mi espada se desarma y desguarnece. MANUEL: No es defecto de valor; de la Fortuna accidente sí. Busca otra espada, pues. LUIS: Eres cortés y valiente. (Fortuna, ¿qué debo hacer Aparte en una ocasión tan fuerte pues cuando el honor me quita, me da la vida y me vence? Yo he de buscar ocasión verdadera o aparente para que pueda en tal duda pensar lo que debe hacerse.) MANUEL: ¿No vas por la espada? LUIS: Sí, y como a que venga, esperes. Presto volveré con ella. MANUEL: Presto o tarde, aquí estoy siempre. LUIS: Adiós, don Manuel, que os guarde. |
Vase Fin de la Comedia |
