Lope de Vega - La dama boba (Acto Primero)

(1562- 1635)
Acto PrimeroSalen LISEO, caballero, y TURÍN, lacayo, |
Saca una palmeta FINEA: ¿Tú, a mí? RUFINO: ¡Muestra la mano! FINEA: Hela aquí. RUFINO: ¡Aprende a deletrear! FINEA: ¡Ay, perro! ¿Aquesto es palmeta? RUFINO: Pues, ¿qué pensabas? FINEA: ¡Aguarda!... NISE: ¡Ella le mata! CELIA: Ya tarda tu favor, Nise discreta. RUFINO: ¡Ay, que me mata! NISE: ¿Qué es esto? ¿A tu maestro...? FINEA: Hame dado causa. NISE: ¿Cómo? FINEA: Hame engañado. RUFINO: ¿Yo, engañado? NISE: ¡Dila presto! FINEA: Estaba aprendiendo aquí la letra bestia y la k ... NISE: La primera sabes ya. FINEA: Es verdad, ya la aprendí. Sacó un zoquete de palo y al cabo una media bola; pidióme la mano sola --¡mira que lindo regalo!--, y apenas me la tomó, cuando, ¡zas! la bola asienta, que pica como pimienta, y la mano me quebró. NISE: Cuando el discípulo ignora, tiene el maestro licencia de castigar. FINEA: ¡Linda ciencia! RUFINO: Aunque me diese, señora, vuestro padre cuanto tiene, no he de darle otra lección. Vase RUFINO CELIA: ¡Fuése! NISE: No tienes razón. Sufrir y aprender conviene. FINEA: Pues, ¿las letras que allí están, yo no las aprendo bien? Vengo cuando dicen ven , y voy cuando dicen van. ¿Qué quiere, Nise, el maestro, quebrándome la cabeza con ban, bin , bon? CELIA: (¡Ella es pieza Aparte de rey!) NISE: Quiere el padre nuestro que aprendamos. FINEA: Yo ya sé el Padrenuestro. NISE: No digo sino el maestro; y el castigo por darte memoria fue. FINEA: Póngame un hilo en el dedo y no aquel palo en la palma. CELIA: Mas que se te sale el alma, si lo sabe. FINEA: ¡Muerta quedo! ¡Oh, Celia! No se lo digas, y verás qué te daré. Sale CLARA, criada CLARA: ¡Topé contigo, a la fe! NISE: Ya, Celia, las dos amigas se han juntado. CELIA: A nadie quiere más, en todas las crïadas. CLARA: ¡Dadme albricias, tan bien dadas como el suceso requiere! FINEA: Pues, ¿de qué son? CLARA: Ya parió nuestra gata la Romana. FINEA: ¿Cierto, cierto? CLARA: Esta mañana. FINEA: ¿Parió en el tejado? CLARA: No. FINEA: ¿Pues dónde? CLARA: En el aposento. ¡Qué cierto se echó de ver su entendimiento! FINEA: ¡Es mujer notable! CLARA: Escucha un momento: Salía, por donde suele, el sol muy galán y rico, con la librea del rey colorado y amarillo; andaban los carretones quitándole el romadizo que da la noche a Madrid; aunque no sé quién me dijo que era la calle Mayor el soldado más antiguo, pues nunca el mayor de Flandes presentó tantos servicios; pregonaban aguardiente, agua biznieta del vino, los hombres Carnestolendas, todos naranjas y gritos; dormían las rentas grandes, despertaban los oficios, tocaban los boticarios sus almireces a pino, cuando la gata de casa comenzó, con mil suspiros, a decir: "¡Ay, ay, ay, ay! Que quiero parir, marido." Levantóse Hociquimocho, y fue corriendo a decirlo a sus parientes y deudos; que deben de ser moriscos, porque el lenguaje que hablaban, en tiple de monacillo, si no es jerigonza entre ellos, no es español ni latino. Vino una gata viuda, con blanco y negro vestido --sospecho que era su agüela-- gorda y compuesta de hocico; y si lo que arrastra honra, como dicen los antiguos, tan honrada es por la cola como otros por sus oficios. Trújole cierta manteca, desayunóse y previno en qué recibir el parto. Hubo temerarios gritos. No es burla. Parió seis gatos tan remendados y lindos, que pudieran, a ser pías, llevar el coche más rico. Regocijados, bajaron de los tejados vecinos caballetes y terrados, todos lo deudos y amigos: Lamicola, Arañizaldo, Marfuz, Marramao, Micilo, Tumbahollín, Mico, Miturrio, Rabicorto, Zapaquildo, unos vestidos de pardo, otros de blanco vestidos, y otros con forros de martas, en cueras y capotillos. De negro vino a la fiesta el gallardo Golosino; luto que mostraba entonces de su padre el gaticidio. Cuál la morcilla presenta; cuál el pez, cuál el cabrito, cuál el gorrión astuto, cuál el simple palomino. Trazando quedan agora, para mayor regocijo en el gatesco senado, correr gansos cinco a cinco. Ven presto, que si los oyes, dirás que parecen niños, y darás a la parida el parabién de los hijos. FINEA: ¡No pudieras contar cosa, para el gusto mío, de mayor contentamiento! CLARA: Camina. FINEA: Tras ti camino. Vanse FINEA y CLARA NISE: ¿Hay locura semejante? CELIA: Y Clara es boba también. NISE: Por eso la quiere bien. CELIA: La semejanza es bastante; aunque yo pienso que Clara es más bellaca que boba. NISE: Con esto la engaña y roba. Salen DUARDO, FENISO, y LAURENCIO, caballeros DUARDO: Aquí, como estrella clara, a su hermosura nos guía. FENISO: Y aun es del sol su luz pura. LAURENCIO: ¡Oh, reina de la hermosura! DUARDO: ¡Oh, Nise! FENISO: ¡Oh, señora mía! NISE: ¡Caballeros! LAURENCIO: Esta vez, por vuestro ingenio gallardo, de un soneto de Eduardo os hemos de hacer jüez. NISE: ¿A mí, que doy de Finea hermana y sangre? LAURENCIO: A vos sola, que sois sibila española, no cumana ni eritrea; a vos, por quien ya las gracias son cuatro, y las musas diez, es justo haceros jüez. NISE: Si ignorancias, si desgracias trujérades a juzgar, era justa la elección. FENISO: Vuestra rara discreción, imposible de alabar, fue justamente elegida. Oíd, señora, a Eduardo. NISE: ¡Vaya el soneto! Ya aguardo, aunque de indigna, corrida. DUARDO: La calidad elementar resiste mi amor, que a la virtud celeste aspira y en las mentes angélicas se mira, donde la idea del calor consiste. No ya como elemento el fuego viste el alma, cuyo vuelo al sol admira; que de inferiores mundos se retira adonde el serafín ardiendo asiste. No puede elementar fuego abrasarme. La virtud celestial que vivifica envidia al verme a la suprema alzarme; que donde el fuego angélico me aplica, ¿cómo podrá mortal poder tocarme; que eterno y fin, contradicción implica? NISE: Ni una palabra entendí. DUARDO: Pues en parte se leyera que más de alguno dijera por arrogancia: "Yo sí". La intención o el argumento es pintar a quien ya llega, libre del amor que ciega, con luz del entendimiento a la alta contemplación de aquel puro amor sin fin, donde es fuego el serafín. NISE: Argumento e intención queda entendido. LAURENCIO: ¡Profundos conceptos! NISE: ¡Mucho le esconden! DUARDO: Tres fuegos, que corresponden, hermosa Nise, a tres mundos, dan fundamento a los otros. NISE: ¡Bien los podéis declarar! DUARDO: Calidad elementar es el calor en nosotros; la celestial, es virtud que calienta y que recrea, y la angélica es la idea del calor. NISE: Con inquietud escucho lo que no entiendo. DUARDO: El elemento en nosotros es fuego. NISE: ¿Entendéis vosotros? DUARDO: El puro sol que estáis viendo, en el cielo fuego es; y fuego el entendimiento seráfico; pero siento que así difieren los tres: que el que elementar se llama, abrasa cuando se aplica; el celeste, vivifica, y el sobreceleste, ama. NISE: No discurras, por tu vida; vete a escuelas. DUARDO: Dónde estás lo son. NISE: ¡Yo no escucho más, de no entenderte, corrida! ¡Escribe fácil! DUARDO: Platón, a lo que en cosas divinas escribió, puso cortinas que, tales como éstas, son matemáticas figuras y enigmas. NISE: ¡Oye, Laurencio! FENISO: Ella os ha puesto silencio. DUARDO: Temió las cosas escuras. FENISO: ¡Es mujer! DUARDO: La claridad a todos es agradable, que se escriba o que se hable. Hablan aparte NISE y LAURENCIO NISE: ¿Cómo va de voluntad? LAURENCIO: Como quien la tiene en ti. NISE: Yo te la pago muy bien. No traigas contigo a quien me eclipse el hablarte ansí. LAURENCIO: Yo, señora, no me atrevo por mi humildad, a tus ojos; que, dando en viles despojos se afrenta el rayo de Febo; pero si quieres pasar al alma, hallarásla rica de la fe que amor publica. NISE: Un papel te quiero dar; pero, ¿cómo podrá ser que de estos visto no sea? LAURENCIO: Si en lo que el alma desea me quieres favorecer mano y papel podré aquí asir juntos, atrevido como finjas que has caído. Cae NISE: ¡Jesús! LAURENCIO: ¿Qué es eso? NISE: ¡Caí! LAURENCIO: Con las obras respondiste. NISE: Ésas responden mejor; que no hay sin obras amor. LAURENCIO:Amor en obras consiste. NISE: Laurencio mío, adiós queda. Duardo y Feniso, adiós. DUARDO: Que tanta ventura a vos como hermosura os conceda. Vanse NISE y CELIA DUARDO: ¿Qué os ha dicho del soneto Nise? LAURENCIO: Que es muy extremado. DUARDO: Habréis los dos murmurado; que hacéis versos, en efeto. LAURENCIO: Ya no es menester hacellos para saber murmurallos; que se atreve a censurallos quien no se atreve a entendellos. FENISO: Los dos tenemos qué hacer. Licencia nos podéis dar. DUARDO: Las leyes de no estorbar queremos obedecer. LAURENCIO: ¡Malicia es ésa! FENISO: ¡No es tal! La divina Nise es vuestra, o, por lo menos, lo muestra. LAURENCIO: Pudiera tener igual. Despídanse, y quede solo LAURENCIO LAURENCIO: Hermoso sois, sin duda, pensamiento; y, aunque honesto, también, con ser hermoso, si es calidad del bien ser provechoso, una parte de tres que os falta siento. Nise, con un divino entendimiento, os enriquece de un amor dichoso; mas sois de sueño pobre, y es forzoso que en la necesidad falte el contento. Si el oro es blanco y centro de descanso, y el descanso del gusto, yo os prometo que tarda el navegar con viento manso. Pensamiento, mudemos de sujeto; si voy necio tras vos, y en ir me canso, cuando vengáis tras mí seréis discreto. Sale PEDRO, lacayo de LAURENCIO PEDRO: ¡Qué necio andaba en buscarte fuera de aqueste lugar! LAURENCIO:Bien me pudieras hallar con el alma en otra parte. PEDRO: ¿Luego estás sin ella aquí? LAURENCIO:Ha podido un pensamiento reducir su movimiento desde mí fuera de mí. ¿No has visto que la saeta del reloj, en un lugar firme siempre suele estar aunque nunca está quieta, y tal vez está en la una y luego en las dos está? Pues así mi alma ya, sin hacer mudanza alguna, de la casa en que me ves, desde Nise, que ha querido, a las doce se ha subido; que en número de interés. PEDRO: Pues, ¿cómo es esa mudanza? LAURENCIO:Como la saeta soy, que desde la una voy por lo que el círculo alcanza. ¿Señalaba a Nise? PEDRO: Sí. LAURENCIO:Pues ya señalo a Finea. PEDRO: ¿Eso quieres que te crea? LAURENCIO:¿Por qué no, si hay causa? PEDRO: Di. LAURENCIO: Nise es una sola hermosa; Finea las doce son; hora de más bendición, más descansada y copiosa. En las doce el oficial descansa, y bástale ser hora entonces de comer, tan precisa y natural. Quiero decir que Finea hora de sustento es, cuyo descanso ya ves cuánto el hombre le desea. Denme, pues, las doce a mí, que soy pobre, con mujer; que dándome de comer es la mejor para mí. Nise es hora infortunada, donde mi planeta airado, de sextil y de cuadrado me mira con frente armada. Finea es hora dichosa, donde Júpiter, benigno, me está mirando de trino con aspecto y faz hermosa. Doyme a entender que poniendo en Finea mis cuidados, a cuarenta mil ducados las manos voy previniendo. Ésta, Pedro, desde hoy ha de ser empresa mía. PEDRO: Para probar tu osadía en una sospecha estoy. LAURENCIO: ¿Cuál? PEDRO: Que te has de arrepentir, por ser simple esta mujer. LAURENCIO:¿Quién has visto de comer, de descansar y vestir, arrepentido jamás? Pues esto viene con ella. PEDRO: A Nise, discreta y bella, Laurencio, ¿dejar podrás por una boba ignorante? LAURENCIO:¡Qué ignorante majadero! ¿No ves que el sol del dinero va del ingenio adelante? Él que es pobre, ése es tenido por simple; el rico, por sabio. No hay en el nacer agravio, por notable que haya sido, que el dinero no lo encubra, ni hay falta en naturaleza que con la mucha pobreza no se aumente y se descubra. Desde hoy quiero enamorar a Finea. PEDRO: He sospechado que a un ingenio tan cerrado no hay puerta por donde entrar. LAURENCIO: Yo sé cuál. PEDRO: ¡Yo no, por Dios! LAURENCIO:Clara, su boba crïada. PEDRO: Sospecho que es más taimada que boba. LAURENCIO: Demos los dos en enamorarlas. PEDRO: Creo que Clara será tercera más fácil. LAURENCIO: De esa manera seguro va mi deseo. PEDRO: Ellas vienen; disimula. LAURENCIO:Si puede ser en mi mano. PEDRO: ¡Qué ha de poder un cristiano enamorar una mula! LAURENCIO: Linda cara y talle tiene. PEDRO: ¡Así fuera el alma! |
Salen FINEA y CLARA |
