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Miguel de Cervantes

De Campo de Criptana a Tomelloso, Argamasilla de Alba y La Solana (Tramo 7)

Rutas de Don Quijote de la Mancha

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Por delante esperan 2.443 kilómetros de uno de los corredores ecoturísticos más fascinantes del mundo: ciudades, pueblos, aldeas, iglesias, ermitas, castillos, molinos, ventas, llanuras, sierras, valles, ríos, lagunas, estepas, bosques, barrancos y … aventura, mucha aventura; como la que vivió Don Quijote con su inseparable Sancho hace más de 400 años de la pluma de Miguel de Cervantes por estas tierras castellano-manchegas. En esta Ruta tiene el viajero una cita con la historia, con la cultura, con la naturaleza y con las gentes de esta región teniendo como inigualable guía a la alargada figura de Don Quijote.

Rutas del Quijote - Tramo 7

“El licenciado le dijo que le daría a un primo suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de caballerías, el cual con mucha voluntad le pondría a la boca de la mesmacueva, y le enseñaría las lagunas de Ruidera, famosas ansimismo en toda la Mancha, y aun en toda Españad.”

Segunda Parte, Capítulo XXII de Don Quijote de la Mancha.

Desde de los muy cervantinos molinos viento de Campo de Criptana hasta las lagunas de Ruidera pasando por Argamasilla de Alba y finalizando en La Solana, los escenarios que en este séptimo tramo de la Ruta de Don Quijote recorrerá el viajero son claves fundamentales en la más fantástica de las historias literarias jamás contada. Por estas tierras nuestro querido Don Quijote y su fiel Sancho Panza dejaron profunda huella. Desde las suaves lomas de la Sierra de la Paz, en el corazón de La Mancha, hasta el Campo de Montiel, donde la colorista primavera descubre paisajes ondulados de vivos colores con encinares, robledales y alcornocales típicos del bosque mediterráneo, el tramo recorre más de 120 kilómetros. Son estas tierras de vides donde está firme e históricamente arraigada la cultura del vino.

Un buen número de cervantistas e historiadores parecen estar de acuerdo en asegurar que Cervantes se inspiró en los parajes de Campo de Criptana para escribir la “espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento”. El escenario es la Sierra de los Molinos y el Cerro de la Paz donde recortan sus blancas figuras hasta diez molinos de viento. De ellos, Infanto, Burleta y Sardinero, convenientemente restaurados, conservan su estructura y mecanismos originales del siglo XVI y son una cita ineludible para cualquier viajero inquieto. El caserío de Campo de Criptana se levanta incrustado en la ladera de una prolongada colina y conserva en parte una arquitectura de muros encalados y estrechas calles en las que perderse.

Descubra el viajero las pequeñas casas de arquitectura popular con patio y corral, como la Casa de los Tres Cielos, típica vivienda-cueva excavada en el terreno. En lo alto, los cerros permiten disfrutar de unas magníficas vistas sobre la llanura manchega. La ruta por sus calles y plazas nos irá descubriendo los emblemáticos edificios civiles y religiosos que componen el rico y variado patrimonio cultural y arquitectónico de la localidad. En el corazón de La Mancha, con inmensas llanuras, campos de cultivo y viñedos protagonizando el paisaje, se levanta el pequeño caserío de Alameda de Cervera; las arboledas junto al camino y en los alrededores del pueblo son lugar idóneo para el descanso. A mitad de Camino, entre Campo de Criptana y La Solana, se levanta Tomelloso. El recorrido por sus calles y plazas nos descubre una ciudad dinámica y moderna con vestigios de un destacado pasado como la Posada de los Portales en la Plaza de España o la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Indispensable en Tomelloso es la visita al Museo del Carro y Aperos de Labranza, al Museo dedicado al pintor Antonio López Torres o al Centro Cultural Francisco Carretero, en el que se puede ver una muestra de las primitivas destilerías. Y es que la vid y el vino son protagonistas en la historia y el desarrollo de la ciudad. En la segunda mitad del siglo XX se convierte en el primer productor de alcohol vínico del mundo, posición que sigue ocupando hoy en día. Muestra de esa situación son las miles de cuevas que horadan el suelo de la ciudad, utilizadas tradicionalmente como bodegas, o la celebración de una semana de actividades dedicadas al vino.

Son éstas tierras quijotescas por excelencia. Tan excelentes que no son pocos los que colocan a Argamasilla de Alba como “el lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”. La villa guarda un especial simbolismo pues fue aquí donde se colocó la primera piedra de la Ruta de Don Quijote en la que ahora andamos inmersos. Es muy probable, como decíamos, que Miguel de Cervantes concibiera e incluso iniciara la escritura de El Quijote en la prisión de Argamasilla. Aquí estuvo preso en una celda que se puede visitar en la Casa de Medrano. Y no olvidemos que tuvo a bien cerrar la primera parte de su obra con los versos de “Los académicos de Argamasilla”. El paseo por la villa es agradable y tranquilo, destacan en el caserío la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, la ermita de San Antón, la ya mencionada Casa de Medrano, la Casa del Bachiller Sansón Carrasco y dos Pósitos.

En el extremo norte del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera se alza el Castillo de Peñarroya. Situado en un acantilado sobre las aguas del embalse del mismo nombre, las vistas desde la torre del homenaje son impresionantes. Son las Lagunas de Ruidera un excepcional humedal. En este paraje de impresionante belleza y riqueza natural se suceden el citado pantano de Peñarroya y 15 lagunas de origen cárstico que discurren sobre un tramo fluvial de unos 30 kilómetros, con espectaculares cascadas que sirven de conexión entre ellas.

Sus aguas de un espectacular azul contrastan con el verde de la vegetación y los tonos ocres y rojizos de la tierra. Son estas lagunas, como el viajero avezado ya sabe, el resultado del hechizo de Merlín quien convirtió a las hijas y sobrinas de la dueña Ruidera en otras tantas lagunas, “que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha, las llaman las lagunas de Ruidera”. Ya en pleno Campo de Montiel, elevada levemente sobre la llanura, con el perfil de su magnífica iglesia recortado en los azules cielos manchegos, se presenta ante el viajero la villa de La Solana. Es este un magnífico broche final del tramo 7 de la Ruta de Don Quijote. La bella y original Plaza Mayor puede servir de punto de partida para la visita a la localidad. Aquí se levanta el Ayuntamiento, del siglo XVI, y la Iglesia Parroquial de Santa Catalina. Las calles adyacentes invitan al paseo y permiten descubrir al viajero otros destacados edificios como la Iglesia de San Juan Bautista de la Concepción del Convento de los Trinitarios, el Convento de las Madres Dominicas, la Casa de la Encomienda y la Casa de Don Diego o de los Condes de Casa Valiente que hoy es un precioso Centro Cultural. Sepa el viajero que La Solana cuenta con larga tradición artesana. La alfarería, la forja, los trabajos con esparto, la elaboración de botas de vino y, sobre todo, la fabricación de hoces han hecho famosa la localidad.

Fuente: Instituto Don Quijote de promoción turística, cultural y artesana de Castilla-la Mancha

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