Luces de Bohemia: Escena X

Ramón María del Valle-Inclán, Luces de Bohemia
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Paseo con jardines. El cielo raso y remoto. La luna lunera. Patrullas de caballería. Silencioso y luminoso, rueda un auto. En la sombra clandestina de los ramajes, merodean mozuelas pingonas y viejas pintadas como caretas. Repartidos por las sillas del paseo, yacen algunos bultos durmientes. MAX ESTRELLA y DON LATINO caminan bajo las sombras del paseo. El perfume primaveral de las lilas embalsama la humedad de la noche.


UNA VIEJA PINTADA: ¡Morenos! ¡Chis!... ¡Morenos! ¿Queréis venir un ratito?

DON LATINO: Cuando te pongas los dientes.

LA VIEJA PINTADA: ¡No me dejáis siquiera un pitillo!

DON LATINO: Te daré La Corres, para que te ilustres; publica una carta de Maura.

LA VIEJA PINTADA: Que le den morcilla.

DON LATINO: Se le prohibe el rito judaico.

LA VIEJA PINTADA: ¡Mira el camelista! Esperaros, que llamo a una amiguita. ¡Lunares! ¡Lunares!

Surge LA LUNARES, una mozuela pingona, medias blancas, delantal, toquilla y alpargatas. Con risa desvergonzada se detiene en la sombra del jardinillo.


LA LUNARES: ¡Ay, qué pollos más elegantes! Vosotros me sacáis esta noche de la calle.

LA VIEJA PINTADA: Nos ponen piso.

LA LUNARES: Dejadme una perra, y me completáis una peseta para la cama.

LA VIEJA PINTADA: ¡Roñas, siquiera un pitillo!

MAX: Toma un habano.

LA VIEJA PINTADA: ¡Guasíbilis!

LA LUNARES: Apáñalo, panoli.

LA VIEJA PINTADA: ¡Sí que lo apaño! ¡Y es de sortija!

LA LUNARES: Ya me permitirás alguna chupada.

LA VIEJA PINTADA: Éste me lo guardo.

LA LUNARES: Para el Rey de Portugal.

LA VIEJA PINTADA: ¡Infeliz! ¡Para el de la Higiene!

LA LUNARES: ¿Y vosotros, astrónomos, no hacéis una calaverada?

Las dos prójimas han evolucionado sutiles y clandestinas, bajo las sombras del paseo: LA VIEJA PINTADA está a la vera de DON LATINO DE HISPALIS. LA LUNARES, a la vera de MALA ESTRELLA.


LA LUNARES: ¡Mira qué limpios llevo los bajos!

MAX: Soy ciego.

LA LUNARES: ¡Algo verás!

MAX: ¡Nada!

LA LUNARES: Tócame. Estoy muy dura.

MAX: ¡Un mármol!

La mozuela, con una risa procaz, toma la mano del poeta, y la hace tantear sobre sus hombros, y la oprime sobre los senos. La vieja sórdida, bajo la máscara de albayalde, descubre las encías sin dientes, y tienta capciosa a DON LATINO.


LA VIEJA PINTADA: Hermoso, vente conmigo, que ya tu compañero se entiende con la Lunares. No te receles. ¡Ven! Si se acerca algún guindilla, lo apartamos con el puro habanero.

Se lo lleva sonriendo, blanca y fantasmal. Cuchicheos. Se pierden entre los árboles del jardín. Parodia grotesca del Jardín de Armida. MALA ESTRELLA y la otra prójima quedan aislados sobre la orilla del paseo.


LA LUNARES: Pálpame el pecho... No tengas reparo... ¡Tú eres un poeta!

MAX: ¿En qué lo has conocido?

LA LUNARES: En la peluca de Nazareno. ¿Me engaño?

MAX: No te engañas.

LA LUNARES: Si cuadrase que yo te pusiese al tanto de mi vida, sacabas una historia de las primeras. Responde: ¿Cómo me encuentras?

MAX: ¡Una ninfa!

LA LUNARES: ¡Tienes el hablar muy dilustrado! Tu acompañante ya se concertó con la Cotillona. Ven. Entrégame la mano. Vamos a situarnos en un lugar más oscuro. Verás cómo te cachondeo.

MAX: Llévame a un banco para esperar a ese cerdo hispalense.

LA LUNARES: No chanelo.

MAX: Hispalis es Sevilla.

LA LUNARES: Lo será en cañí. Yo soy chamberilera.

MAX: ¿Cuántos años tienes?

LA LUNARES: Pues no sé los que tengo.

MAX: ¿Y es siempre aquí tu parada nocturna?

LA LUNARES: Las más de las veces.

MAX: ¡Te ganas honradamente la vida!

LA LUNARES: Tú no sabes con cuántos trabajos. Yo miro mucho lo que hago. La Cotillona me habló para llevarme a una casa. ¡Una casa de mucho postín! No quise ir... Acostarme no me acuesto... Yo guardo el pan de higos para el gachó que me sepa camelar. ¿Por qué no lo pretendes?

MAX: Me falta tiempo.

LA LUNARES: Inténtalo para ver lo que sacas. Te advierto que me estás gustando.

MAX: Te advierto que soy un poeta sin dinero.

LA LUNARES: Serías tú, por un casual, el que sacó las coplas de Joselito?

MAX: ¡Ése soy!

LA LUNARES: ¿De verdad?

MAX: De verdad.

LA LUNARES: Dilas.

MAX: No las recuerdo.

LA LUNARES: Porque no las sacaste de tu sombrerera. Sin mentira, ¿cuáles son las tuyas?

MAX: Las del Espartero.

LA LUNARES: ¿Y las recuerdas?

MAX: Y las canto como un flamenco.

LA LUNARES: ¡Que no eres capaz!

MAX: ¡Tuviera yo una guitarra!

LA LUNARES: ¿La entiendes?

MAX: Para algo soy ciego.

LA LUNARES: ¡Me estás gustando!

MAX: No tengo dinero.

LA LUNARES: Con pagar la cama concluyes. Si quedas contento y quieres convidarme a un café con churros, tampoco me niego.

MÁXIMO ESTRELLA, con tacto de ciego, le pasa la mano por el óvalo del rostro, la garganta y los hombros. La pindonga ríe con dejo sensual de cosquillas. Quítase del moño un peinecillo gitano, y con él peinando los tufos, redobla la risa y se desmadeja.


LA LUNARES: ¿Quieres saber como soy? ¡Soy muy negra y muy fea!

MAX: No lo pareces! Debes tener quince años.

LA LUNARES: Esos mismos tendré. Ya pasa de tres que me visita el nuncio. No lo pienses más y vamos. Aquí cerca hay una casa muy decente.

MAX: ¿Y cumplirás tu palabra?

LA LUNARES: ¿Cuála? ¿Dejar que te comas el pan de higos? ¡No me pareces bastante flamenco! ¡Qué mano tienes! No me palpes más la cara. Pálpame el cuerpo.

MAX: ¿Eres pelinegra?

LA LUNARES: ¡Lo soy!

MAX: Hueles a nardos.

LA LUNARES: Porque los he vendido.

MAX: ¿Cómo tienes los ojos?

LA LUNARES: ¿No lo adivinas?

MAX: ¿Verdes?

LA LUNARES: Como la Pastora Imperio. Toda yo parezco una gitana.

De la oscuridad surge la brasa de un cigarro y la tos asmática de DON LATINO. Remotamente, sobre el asfalto sonoro, se acompasa el trote de una patrulla de Caballería. Los focos de un auto. El farol de un sereno. El quicio de una verja. Una sombra clandestina. El rostro de albayalde de otra vieja peripatética. Diferentes sombras.

 

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