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Romance de la Jura de Santa Gadea

Esta es una de las escenas más impresionantes de toda la leyenda del Cid. Las palabras del Cid, deseando para el rey la muerte más vil, si se atreve a jurar en falso, tienen una enorme fuerza primitiva.
En Santa Gadea de Burgos,
do juran los hijosdalgo,
le toman la jura a Alfonso
por la muerte de su hermano.
Se la tomaba el buen Cid,
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo
y con unos evangelios
y un crucifijo en la mano
Las palabras son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto:
- Villanos te maten, rey,
villanos que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo,
que no sean castellanos;
mátente con aguijadas,
no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
montados vengan en burras,
que no en mulas ni caballos;
traigan las riendas de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
que no en villas ni en poblado,
y sáquente el corazón
por el siniestro costado
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.

Allí habló un caballero
que del rey era privado:
- Haced la jura, buen rey,
no tengaís de eso cuidado,
que nunca hubo rey traidor
ni un papa excomulgado.
Jura entonces el buen rey,
que en tal nunca se había hallado;
después, habla contra el Cid,
malamente y enojado:
- Muy mal me conjuras, Cid;
Cid, muy mal me has conjurado;
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
- Por besar mano de rey
no me tengo por honrado;
porque la besó mi padre
me tengo por afrentado.
- Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,

y no vengas más a ellas
desde este día en un año.
- Pláceme - dijo el buen Cid-,
pláceme - dijo - de grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado
Tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.
Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros,
todos eran hijosdalgo;
todos son hombres mancebos,
ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño
y el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Mas no le faltó al buen Cid
adonde asentar su campo.